Llegan, destruyen y se van...
Llegan, destruyen y se van...Por Noemí Suarez Blanco.
Cuentan los mayores del pueblo de Sorribos, en el valle de Alba en la Montaña Central Leonesa, que recuerdan vagamente el lugar donde ahora reposa una cantera abandonada por el tiempo. La cantera, que originó la empresa Canteras del Alba allá por el año 1959 y que se mantuvo activa hasta los años 80, se encuentra varada e inerte. Un camino la cruza y sortea entre curvas, coincidiendo de tanto en tanto con un arroyo casi artificial, ya que este corrió idéntica suerte de modificación y aparece y desaparece como le ordenaron hace ya años.
Cuentan los mayores que el sendero hundido en el valle te llevaba hacia arriba arropado por verdor, escobas y peñas junto con el murmullo del agua, que no cesaba de manar en ninguna época del año. A la altura de los ahora últimos cortes huecos en la roca las peñas se unían dejando apenas el paso para una persona. Las hoces que se formaban te transportaban a las colladas y brañas que, entre valles con arroyos y manantiales, eran custodiadas entre el pico Fontañán y el castillo de Alba
Como si fuera cosa del azar años después otra cantera más reciente y que aún sigue en explotación continuó muy cerca con la misma operación. Un par de cuevas, donde las tardes con las ovejas hacían amena la tarea de nuestros abuelos, desaparecieron con la dinamita. 'Una tenía cola de caballo, había que entrar de pie y ya dentro se hacía grande, no se llegaba al final' cuentan de cuando en cuando. La llamada Cueva los Moros, fue objeto de leyendas pues decían las historias que por ella entraban los moros a caballo para llegar al arroyo y que en él éstos bebieran. Valles, altos, peñas y campares permanecen en el recuerdo de todos ellos.
Nosotros, los que venimos después, no podemos hacer otra cosa más que imaginarlo de sus palabras. Palabras que se apagan porque pocos somos ya los que venimos para escucharlo. Y es aquí donde reflexiono, como lo hago en mi cabeza cada vez que cruzo esos lugares, si merece la pena expolio con un futuro sin futuro. Siempre nos dicen que 'de algún sitio tiene que venir ...'. Sí, por supuesto que sí. Aunque no es de algún sitio, es del mismo sitio siempre. Por este camino que sale desde el inicio del pueblo y atraviesa esa cantera y nos lleva, por un desvío hasta el castillo y siguiéndolo hasta la campar a los pies de Fontañán, pretenden ahora subir y plantar unos molinos de viento. Entre canteras, monte herido, ruinas y trincheras, rompiendo aún más, porque total... ¡ya antes se hizo!
Esta situación se vive en unos cuantos puntos más de esta montaña. Marcada por las explotaciones que auguraban un futuro que ha quedado estancado y herido de muerte.
Si algo tengo claro al atravesar continuamente ese camino y perderme en esos valles es que no quiero que algún día mis nietos tengan que imaginar cómo fue este paisaje. Añadiéndoles el recuerdo que yo imaginé de las historias que me contaron. Tampoco quiero que sus recuerdos de lugares que no vieron se conviertan en cuentos de viejos. No lo fueron. Los lugares que ya no están formaron parte del escenario de nuestro pasado, de la vida y día a día aquí arriba. Un pedazo de nosotros los forman, por si alguien no puede entender aún lo que sentimos muchos por nuestra tierra, aunque ya no exista. Lugares donde el tiempo se detiene con historias y la sombra de ruinas que lo acechan.
Fuente: Noemí Suarez Blanco
Fotografía: Noemí Suarez Blanco