Arde León, nos están quemando el alma
Arde León, nos están quemando el alma.
OPINIÓN/ El lunes salí a la calle, como cientos de personas, a compartir mi indignación y mi desconsuelo. Y allí, me contaba una buena amiga que temía lo que pudiese encontrar en su casa, a la vuelta...
El lunes salí a la calle, como cientos de personas, a compartir mi indignación y mi desconsuelo por lo que estamos haciendo a esta Tierra que tanto amo, y allí, frente a un Ayuntamiento ausente, me contaba una buena amiga que temía lo que pudiese encontrar en su casa, a la vuelta.
Había venido a la concentración de la capital leonesa desde el pueblo de su infancia, ya lejana (es mi amiga vital y valiente, con el coraje de una mujer de niñez curtida en la Montaña Oriental leonesa de los años 50 del pasado siglo), acosado ahora por la voracidad del fuego sin control de Canalejas, de Valdeburón, Calaveras, Valcuende... Pero su temor particular no nacía de las devastadoras llamas, sino de haberse enfrentado a unos niñatos, primero para impedirles salir al monte, seco como yesca que espera una chispa, con un Quad (¡tuvo que plantar su cuerpo tan menudo como bravo en el camino, los brazos en cruz, frente al vehículo!), y después para recriminarles por tirar petardos en la plazuela... ¡tirar petardos, a estas alturas del ecocidio que estamos padeciendo!
Los muchachos se encararon con ella, al parecer hartos de que la gente del pueblo no les dejase divertirse a los que venían de fuera a disfrutar de sus vacaciones, con tal agresividad que alertaron a algún vecino que salió a defender a mi amiga.
Frustrada así su diversión y acallada su bravuconería, se vengaron valientemente destrozando una mata de lilas silvestres que mi amiga cuidaba con mimo, a la orilla de la plazuela.
Si duele ver esta insensibilidad por la Tierra herida en cualquier chiquillo, más triste resulta verla en los nietos del pueblo, pues eso eran los temerarios mozos, hijos de desertores del arado, que no emigrantes: emigrantes somos quienes (como mi amiga, afincada desde hace muchas décadas a 700 Km de su amada montaña leonesa, a la que defiende y cuida cuanto puede) tuvimos que dejar nuestra tierra para buscar el sustento, pero nunca dejamos de regar y cuidar las raíces que nutrieron lo que hoy somos; desertores son quienes al dejar su tierra sacudieron el polvo de sus sandalias, arrancaron sus raíces, renegaron de su origen arrojaron al olvido y la vergüenza la memoria de su infancia, las vivencias de sus padres, la historia de los padres de sus padres.
A esos tristes niñatos malcriados les molestaba que los vecinos sintiesen que el pueblo era suyo...¡Pero es que lo es!
El pueblo es nuestro, y no porque la tierra nos pertenezca, sino porque nosotras pertenecemos a esta Tierra.
Porque nada somos sin ella.
Por eso la cuidamos.
Por eso la defendemos.
Por eso ayer sentimos la necesidad de salir a la calle a gritar nuestro dolor
Porque sentimos que nos están quemando el alma.
Fuente: Alité (Alicia Serantes Gómez)
Fotografía: Incendio de Barniedo - Diputación de León - Sepeis