Maraña venera a la Reina del Valle, la Virgen de Riosol
Maraña venera a la Reina del Valle, la Virgen de Riosol.
El calor sofocante no fue obstáculo para que cientos de personas estuvieran presentes durante una celebración marcada por la devoción del Valle de Valdeburón.
Bajo un sol de justicia y una temperatura impropia de estas tierras altas de la Montaña Oriental Leonesa, cientos de romeros se dieron cita ayer para rendir homenaje a la Reina del Valle, Nuestra Señora de Riosol.
La ermita, situada en la cabecera del valle que lleva su nombre y gestionada por el Ayuntamiento de Maraña, se convirtió un año más en el corazón palpitante de la devoción de toda la comarca, en pleno Parque Regional de la Montaña de Riaño y Mampodre.
Desde primera hora, fueron llegando romeros, por las carreteras y senderos cercanos, en vehículos, motos, bicicletas y caballerías. También llegaban gentes de Asturias, procedentes del Valle del Nalón, con gran tradición y devoción por la Virgen de Riosol, dada su cercanía al puerto de Tarna, en cuyas proximidades se encuentra la ermita.
Poco antes de la doce de la mañana dio comienzo la procesión presidida por el pendón concejil, portado por el propio alcalde, Omar Rodríguez. Al pendón de Maraña, alistonado en verde y sangre, se unieron otros estandartes, como el de Lario, llevado con orgullo y cierto sufrimiento por una hermosa joven.
Con paso lento, la Virgen, envuelta en su manto blanco y dorado con el Niño en brazos, fue trasladada en sus andas, bellamente adornadas en tonos rosas y blancos, a hombros de aguerridos mozos hasta el altar de piedra, situado sobre una pequeña colina cercana, en un cortejo marcado por la solemnidad, la devoción cristiana y el calor sofocante. Entre los rostros de los asistentes se leía la fe inquebrantable y la emoción de participar en un rito que se repite generación tras generación cada 15 de agosto.
El oficio religioso, concelebrado por cuatro sacerdotes, tuvo como oficiante principal al párroco Don José, quien vistió para la ocasión una casulla cargada de historia y donada a la Virgen de Riosol por el padre José Vicente Rodríguez, otro de los concelebrantes. Dicha casulla fue el regalo que recibió el párroco de sus progenitores para sus bodas de plata y oro sacerdotales, estas últimas celebradas en su pueblo natal, Lario, el pasado diciembre. Además, don Domingo García Valbuena fue el más veterano con 91 años.
La misa alcanzó una gran solemnidad pese al calor abrasador, con temperaturas que rondaron los 40 grados. Un instante singular arrancó murmullos y sonrisas entre los fieles en plena ceremonia religiosa: una ráfaga de viento acomodó una cinta amarilla sobre los rostros de la Virgen y el Niño, protegiéndoles del sol, creando una imagen única que muchos fieles no percibieron, pero que quienes la presenciaron guardarán en la memoria para siempre.
No faltaron fieles que han asistido toda su vida a la romería y quisieron cumplir con la tradición, pesa a su avanzada edad y sus problemas de movilidad. Es el caso de Amelia Álvarez Lavín, de 93 años, que fue trasladada en coche hasta las proximidades del altar y recibió la comunión dentro del vehículo de manos de Don José Vicente Rodríguez. Una prueba más de las pasiones y gran devoción que despierta la patrona de Maraña.
Importante fue el papel de quienes, en la sombra, hacen posible la romería de Riosol, una de las más antiguas de toda la Montaña, junto con otras como la Virgen de Pontón, Nuestra Señora de Corona o la Virgen del Roblo. Es de destacar la labor de Ángel Alonso, que ejerció de sacristán y se multiplicó para que todo saliera lo mejor posible. Su entrega llegó al punto de cubrir con un paraguas a los sacerdotes para librarles del sol implacable.
Finalizado el acto litúrgico, la pradera se llenó de animación y alegría. La sidra fresca se convirtió en protagonista de las charlas y reencuentros, mientras algunos buscaban sombra bajo los paraguas y sombrillas. Como manda la tradición, no faltó la carrera de caballos, en la que experimentados jinetes exprimieron la fuerza y destreza de sus monturas, arrancando aplausos entre el público.
Aunque lo habitual era prolongar la convivencia con una comida campestre, las altas temperaturas hicieron que muchos romeros optaran por regresar a casa. A la decisión contribuyó también la alarma emitida por la Junta de Castilla y León poco antes del comienzo de los actos, que prohibía el uso de las aguas del embalse de Riaño para cualquier fin salvo el abastecimiento de los hidroaviones que luchaban contra los numerosos incendios declarados en la comarca.
La Virgen de Riosol volvió así a su ermita, entre la devoción y el calor, arropada por un pueblo que, año tras año, mantiene viva una tradición que es al mismo tiempo fe, historia y encuentro.
Fuente: Enrique Martínez Pérez
Fotografía: Romería de Riosol - Enrique Martínez Pérez