El ramo leonés, la tradicional decoración con la que León viste la Navidad
El ramo leonés, la tradicional decoración con la que León viste la Navidad.
Lazos, frutas y rosquillas cuelgan de su armazón como ofrendas y adornos, pero no hay límite para la imaginación, los hay más originales con embutido o aperos.
Pese a que estuvo a punto de desaparecer, el ramo leonés de Navidad, una de las costumbres más arraigadas de la cultura leonesa, ha vuelto a ganar fuerza y son muchos los que decoran la ciudad, pueblos, casas y negocios en estas fechas. Lazos, frutas y rosquillas cuelgan de ellos como ofrendas y adornos, pero no hay límite para la imaginación, los hay más originales, por ejemplo, con embutidos o aperos.
Pero el ramo leonés es mucho más que un armazón de madera del que cuelgan distintos tipos de elementos decorativos, porque existen también multitud de textos y melodías vinculados a esta tradición, e incluso todo un ceremonial.
Origen del ramo leonés
Tiene su origen en la época precristiana, es decir, en los cántabros y astures que habitaron la provincia, por lo que es mucho más vetusto que cualquier árbol de Navidad. Para aquellos pueblos, el culto a los bosques y a la naturaleza era parte fundamental de sus elementos religiosos, como símbolo de la fertilidad de la tierra. Las ramas de los árboles se adornaban con cintas, frutas, telas, piedras... Y se le pedía a los dioses un año fecundo.
Ya con la llegada del Imperio Romano, esta costumbre pasó a relacionarse con la Fiesta del Sol, con la que se ponía fin al periodo festivo de las Saturnales y se daba comienzo al de la luz. Se celebraba el 25 de diciembre por el solsticio de invierno, cuando los días iban ganando horas de claridad.
El arraigo era tal que la tradición fue adoptada por la Iglesia católica, que lo introdujo en la celebración de la natividad, convirtiéndolo en parte de la ofrenda al Niño Dios recién nacido durante las 'pastoradas', muy típicas también en León. Así, un mozo del pueblo ofrecía un ramo leonés a Jesús en el atrio de la Iglesia, con el mismo objetivo que tenía originalmente: conseguir prosperidad.
Vestir el ramo
El ramo leonés está compuesto por un armazón de madera simple de forma triangular en su mayoría, aunque existen otros tipos, que se apoya con una vara vertical sobre una peana. La decoración que viene después se denomina 'vestir el ramo' y, aunque existen ofrendas tradicionales, no hay límites para la imaginación.
Es habitual colocar 12 velas que simbolizan los meses del año, debido al importante papel que estas jugaban en la iluminación del Santísimo y en la liturgia cristiana. También se añade una rama de hoja perenne en el centro del bastidor, así como multitud de adornos como bordados, lazos, cintas, hilos de lana, frutas como la manzana, y derivados del pan, como roscas, bollos, tortas o rosquillas. Por último, se colocan en su base una cesta con castañas y nueces a modo de ofrenda.
Llegados a este punto, la capacidad creativa de cada leonés da lugar a multitud de ramos, a cada cual más original y especial, como los que se pueden ver en muchos pueblos de la Montaña Leonesa: aperos, embutidos, cencerros, e incluso iluminación pasan a formar parte de él.
Más allá del ramo leonés
Dado su arraigo, el ramo leonés viene acompañado por toda una tradición oral, a través de la música, escrita y ceremonial. Los textos de ramos recuperados son en gran parte del siglo XIX, por lo que se consideran composiciones escritas, bien para superar la censura eclesiástica o bien de cara a su ensayo. Y en cuanto a los cantos, destacan aspectos como el hecho de que los coros son femeninos o el canto de piezas no canónicas, que contrastan con las restricciones eclesiásticas.
Los días previos a la celebración de la ceremonia tenían lugar distintos preparativos, que varían según la zona de la provincia e incluso de la Región Leonesa. En algunas localidades se recogían donaciones por las casas para comprar flores y velas, en otras ensayaban los coros, o por ejemplo, en La Bañeza, los mozos pujaban un carro engalanado en el que recogían las ofrendas.
El gran día, el 24 de diciembre antes de la medianoche, vecinos y familias se reunían para rezar el rosario en las casas, después comenzaban los cantos, bailes y narraciones, y al llegar la medianoche se formaba una comitiva en la vivienda donde se había preparado el ramo para dirigirse a la iglesia.
Una vez en el templo, se encendían las velas del ramo y se iniciaba una procesión por el pasillo central hasta el presbiterio. La ofrenda del ramo solía realizarse antes del inicio o fin de la misa, o durante el ofertorio. Este se entregaba al cura, que lo bendecía y después se depositaba a un lado del altar mayor o ante uno de los laterales.
Así, los vecinos eran los protagonistas, y cada uno ejercía un papel. La dirección de la representación corría a cargo del 'mayordomo' (administración económica del templo) o mayordoma (encargada del aseo del templo). La comitiva que entraba a la Iglesia se componía de mozos y mozas (solteros), a la cabeza iba un solterón o solterona, y quien se encargaban de cantar al ramo era el coro de mozas, aunque también se documentan casos en los que eran los mozos.
Finalmente, el destino del ramo también era variado, en algunos pueblos se subastaba, en otros se repartían las ofrendas del ramo entre los implicados en el canto, el cura y el sacristán; algunos lo conservaban en el templo hasta el día de Año Nuevo o Reyes; o bien se desmantelaba y se guardaba en la sacristía hasta el año siguiente.
Fuente: Diario de Valderrueda
Fotografía: Ramo leonés - DDV