A qué huele mi pueblo...A qué huele Villalfeide
A qué huele mi pueblo...A qué huele Villalfeide.
"Villalfeide huele a las cuatro estaciones del año, porque todas ellas son mágicas en este rincón entre ríos y montes".
En junio huele a la escoba que empieza a florecer. Como dice mi amiga Alma, huele a verano. Pronto, la montaña entera se tapiza de amarillo y huele a sol y a cielo azul. Después del soslticio se van sumando los aromas del hipércio, de las manzanas silvestres y de las fresas.
Huele a vacaciones y a risas si junto al pilón se apiñan, desordenadas, las bicis de los niños, a las chuches del quiosco de Otilia. Y a nervios y a nuevas normas cuando, a la caída del sol, se escapan por la ventana los vapores de pimientos y tortilla, de empanadillas y huevos, de las cenas que se devorarán con ansia antes de salir a jugar al escondite (que huele a nervios, a risas y a primeros besos).
Huele a agua el día de la diana, a chorizos recién hechos, a sueño de ayer y a orujo.
Cuando se acerca el otoño llega el olor a calma, a hogar, a atardeceres naranjas.Deja de oler a cohces y huele a moras y a manzanas .Poco a poco, se llena el aire de olor a carbón y a leña. A veces huele a lluvia y a tierra, a charcos templados y a luz. Debajo de mi calle huele a sidra y a comunidad, a comida entre amigos, a risas.
La Noche de Ánimas las calles de Villalfeide huelen a cera y a fuego. Huelen a castañas asadas, a queimada y a chocolate caliente. Huele a nervios, a alegría , a trabajo bien hecho.
Con la primera nevada no huele a nada:la nieve guarda el secreto del silencio hasta para eso. Pero poco después, ya en invierno, mi pueblo huele a dulces y a ternura. A cafés calientes en el bar con Juanjo, a tapas los sábados por la manaña, a roscón para los que aún esperamos a Sus Majestades de Oriente y a torta de Año Nuevo que alguien subió de Matallana.
En carnaval huele a risas y a carreras, a Los Caretos, a pintura de cara, betún y cenizas. A sopas de ajo, a queso de Mosto, a salchichón de Coladilla. A manos generosas de vecinos que comparten con todos delicias que saben a empanada, a tortilla, a bizcocho...pero también a cariño, a fiesta y a tradición.
Las flores inundan nuestras montañas en primavera y también nuestras calles, que huelen a caléndula, malva y diente de león.
Ahora tengo miedo. Me asusta que todos esos olores se alejen , empujados por las aspas de ventiladores gigantes. Que solo huela a camiones y enormes maquinarias. Que la sombra de los molinos gigantescos tape la luz y los olores de mi pueblo.
Fuente: Vanesa Díez
Fotografía: Villafeide
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