El hogar: Esa parte que fue crianza
El hogar: Esa parte que fue crianza.
Un poco de nostalgia hacia uno de esos lugares que fueron y significaron tanto en los pueblos y en la montaña leonesa...Por Noemí Suárez Blanco.
Muchos quedamos aún con las vivencias de una crianza rural. Algo que cambia generacionalmente a pesar de compartir en todas ellas las ventajas de naturaleza y lugar. Pero 'rural' ya no implica labor de campo. Actualmente 'rural' es turismo, calidad agroalimentaria, recursos endógenos, valor de los espacios, tradición, ... Aunque muchos pudimos ver y practicar aún las esencias de antaño. Actividades, labores y lugares como el pajar, la cuadra o el hogar. Tuve la gran suerte de ver muchos en acción.
Actualmente el 'hogar', la 'cocina de curar' o la 'cocina de humo' (la denominación varía según la zona) solo es, en el más afortunado de los casos, una habitación trancada en una casa deshabitada en un pueblo casi vacío. Aunque muchos fuimos aún partícipes de este lugar.
No era esta una habitación cualquiera a pesar de su composición básica con madera, piedra y paja. Elementos naturales, locales y renovables que se aprovechaban y que han conseguido su conservación, en muchos casos, hasta nuestros días. Era la parte fundamental de la casa. Donde se llevaban a cabo todas las tareas relacionadas con la alimentación, entre otras.
Las pregancias que hoy cuelgan vacías y olvidadas siempre sostenían, sobre el fuego, una pota. Y el humo que se generaba no solo servía para curar y conservar los alimentos, era también un buen método de secado y mantenía a los roedores alejados.
Las tajuelas ahora vacías y solitarias fueron el atrezo de varias escenas cotidianas, como picar remolacha para los gochos, hilar o reposar el cuerpo cansado tras una larga jornada.
El fuego del hogar era elemento esencial que tras las labores diarias e inclemencias del tiempo, sobre todo en la montaña, congregaban al amor de la lumbre y entre los escaños a la familia y vecinos. Y allí surgían filandones que eran y son hoy en día tradición.
Así, entre el fuego y el humo, la tradición oral con toda su mitología, leyendas, canciones, aconteceres y decires, baila como las llamas del tiempo hasta nuestros días. Pues entre las paredes negras y los atisbos de otra vida conservamos hoy día todo nuestro ser. Lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos siempre. Tras esas puertas ahora cerradas siempre nos quedará esa imagen de nuestros abuelos hablándonos, daba igual de qué. Imágenes que regresan a tu memoria en cualquier momento o situación de esta vida que ahora nos toca a nosotros vivir. Recuerdos que te forman y te arraigan a la tierra. Tiempos pasados que nos empapan de una magia especial.
El hogar no era solo un lugar, era todo un mundo creador de tradición. Aunque ahora sea en apariencia solo una habitación vacía.
Fuente: Noemí Suárez Blanco
Fotografía: Noemí Suárez Blanco