100 años de vida, lucha y amor en Villacorta
100 años de vida, lucha y amor en Villacorta.
Familiares, amigos y vecinos no quisieron perderse el cumpleaños de Eugenia Gómez, en una jornada para la historia de la localidad leonesa.
Eugenia Gómez García cumplió ayer domingo nada menos que 100 años (22-12-1919), pero nunca olvidará la gran fiesta que vivió en su pueblo un día antes, el sábado, y que le prepararon con mimo e ilusión sus hijos, familiares, y a la que se unieron vecinos y amigos de toda esta preciosa zona de la Montaña Oriental.
Villacorta volvió a vivir una jornada histórica. La lluvia y el viento quisieron ser protagonistas de un día en el que quien más brilló fue Eugenia, la persona de más edad de una localidad donde este tipo de eventos se convierten en un festejo a la altura de los más importantes, como el Carmen o San Martín.
El día comenzaba con el volteo de campanas y lanzamiento de cohetes para dar paso a una preciosa misa en honor a su figura, en una iglesia que se quedó pequeña para vivir uno de los momentos más especiales que se recuerdan, y que finalizó con el canto a 'Santa Bárbara', con la protagonista visiblemente emocianada ante el pasado minero de su marido y un hermano.
Los actos se trasladaban posteriormente en procesión hacía el bar 'El Rincón del Pájaro', una distancia que los presentes recorrieron sin los pendones leoneses a causa del temporal, pero al ritmo de la música tradicional del grupo Mustadiecha.
En el establecimiento la esperaba otro sin fin de emociones, de vida, y de ilusión...
Lleno hasta el punto de que incluso la amplía terraza se quedó pequeña, Eugenia recogió con alegria a su llegada numerosos regalos, entre ellos tres ramos de flores de la Asociación 'Llampaces', de la Junta Vecinal y del Ayuntamiento de Valderrueda, el cual le obsequió con una placa conmemorativa de manos del regidor Esteban Pablos.
Las muestras de cariño de familiares y amigos se intensificó con un vídeo en el que numerosas familias del pueblo de Villacorta felicitaron a la mujer por su vitalidad y su momento inolvidable.
Justo antes de comenzar un picoteo con más de 150 personas, llegó uno de los momentos más esperados, donde se pudo ver a Eugenia cogiendo en sus brazos al niño más pequeño de la localidad (hijo de Laura y Luis Manuel), nacido hace sólo un mes, y que mostraba la unión de la sabiduria con el futuro.
Los actos se trasladaron posteriormente a Puente Almuhey. Allí, una comida familiar llenó de cariño y sentimiento cada momento vivido en una jornada para la historia, y que nunca olvidará tanto ella con sus seres queridos...
Desde aquí os dejamos dos de los textos que más han emocionado en los días previos a los festejos y cumpleaños de Eugenia, y que han sido escritos por dos de sus hijos, Eliseo Fernández y Sátur Fernández:
Eugenia Gómez García. Cien años en Villacorta. (Eliseo)
Eugenia Gómez García nació en Villacorta en la fría madrugada del día 22 de diciembre de 1919.
En 1948 se casó con Emiliano Fernández, minero de profesión, del que enviudó hace ya un cuarto de siglo.
Eugenia fue la mayor de diez hermanos lo que hizo que ya desde muy niña tuviera que ocuparse de la crianza de sus hermanos a costa de acudir poco a la escuela, lo que no impidió cultivar conocimientos y ser una gran lectora, afición que aún perdura y practica a diario. Se diría que no hay día que no pase un libro por sus manos. O revistas, como la Revista Comarcal que lee siempre de principio a fin…
Tras haber “criado” a sus hermanos le tocó criar a sus seis hijos sin desatender las mil tareas del campo y la casa en un tiempo muy difícil.
Se haría muy largo contar aquí las muchas tareas que Eugenia realizó en su larga vida pero sirvan, como ejemplo, algunas, solo algunas, que como a muchísimas mujeres de esta regia tierra leonesa, le tocó hacer:
Eugenia unció las vacas, labró la tierra, regó los güertos, abonó los campos, segó la mies, acarreo la yerba, cribó el grano, amasó la harina, horneó el pan. Careó ganados, alimentó gallinas, engordó los gochos, se ocupó de la matanza, embutió chorizos y morcillas, curó jamones y cecinas. Cocinó todos los días, ordeñó las vacas, fabricó quesos y recorrió, de joven, a lomos de su yegua negra, los pueblos de la montaña vendiendo la miel de sus colmenas.
Eugenia cortó la leña, podó los árboles, atizó la lumbre, limpió la casa, remendó la ropa, caminó por los montes, montó en burros, durmió en chozos, parió los hijos, calzó madreñas. Bailó la jota, tocó la pandereta, cantó mil cantares, contó mil historias, rezó oraciones, visitó enfermos, encañó heridas, vio pasar la guerra, y lloró por muchos mineros muertos. Rompió los hielos de arroyos para lavar la ropa, mesó la yerba, se partió los cadriles en huebras y hacenderas. Transportó carbón en carros, atropó bellotas en otoño, buscó setas, fabricó velas, fue al estraperlo, acarreó agua, mucha agua. Hizo milagros para que nunca faltara un plato en la mesa. Hiló la lana, tejió el hilo. Cuidó de hijos, marido, hermanos, parientes, vecinos.
Eugenia fue maestra en mil asuntos… y aún, a pesar de llevar un siglo en sus espaldas, sigue realizando muchas tareas y contando mil historias de la vida.
CENTENARIO DE EUGENIA. (Sátur).
No es fácil escribir sobre la propia madre y no pecar de parcialidad. Las palabras van brotando del corazón y los sentimientos se imponen sobre la razón.
Nació Eugenia en 1919 como primogénita de Víctor y Áurea. Luego le fueron siguiendo, en el plazo de 26 años, nueve hermanos. Por esta razón le tocó ejercer, sobre todo de los últimos, más de madre que de hermana. Cuidarlos y atender a muchas labores de dentro y fuera de la casa ocuparon buena parte de su niñez, adolescencia y primera juventud. Poco tiempo le quedaba para asistir a la escuela, a la que acudía con verdadero interés, pero con muy poca frecuencia.
Tres de los hermanos fallecieron a edades muy tempranas: Amor-Teresa con dos años y medio, Begoña con casi catorce y Nicolás con veintidós años. Este último, junto a su inseparable amigo Eutiquio, en accidente minero.
Se casó en 1948 con Emiliano y juntos tuvieron seis hijos. Sacarlos adelante les exigió mucho esfuerzo físico y económico: él trabajando en la mina, ella en casa y ambos en el campo. Todo ello sin siquiera tener agua corriente en casa (esta llegó en invierno de 1974, cuando Eugenia acababa de cumplir los 55 y su hijo menor los 19). Al igual que las demás mujeres del pueblo, debía ir al arroyo, quitar a veces el hielo y lavar la ropa de toda la familia.
Momentos muy difíciles fueron los de 1970/71, cuando Eugenia contrajo una muy grave enfermedad, que la tuvo algún tiempo cerca de la muerte. Afortunadamente, logró vencerla e increíblemente vivir otros tantos años, hasta ahora.
La llegada de sus siete nietos entre los años 1978 y 1989 les colmaron de alegría y, algunas temporadas, de quehaceres propios del ser abuelos.
Enviudó en diciembre de 1994 y desde entonces pasa los inviernos en Madrid, pero su corazón y su pensamiento siguen recorriendo los montes y calles de Villacorta aun estando lejos y cuenta los días que faltan para el regreso a su casa, a su pueblo y a sus gentes.
En líneas generales, creo que ha tenido una vejez larga y razonablemente feliz, felicidad acrecentada por el nacimiento de sus dos bisnietos en estos últimos años. A pesar de haber criado a tantos niños, sigue mostrando un cariño y una atención muy especial por ellos.
No sabemos cuánto tiempo más estará entre nosotros. Solo deseo que ese tiempo sea agradable y feliz.
Todas las personas que la han conocido resaltan su buen humor y la gran memoria que demuestra para contar historias, anécdotas, para desgranar parentescos, para cantar las coplas o recitar poesías que aprendió de niña o de moza..., en fin, para animar cualquier panda en verano o las hilas de cocina en invierno.
A todas las personas que la habéis querido en estos cien años, muchas gracias. Sabed que ella os tiene también en su corazón. Y un emocionado recuerdo para los muchos que formaron parte de su vida y que ya no están.
Fuente: Diario de Valderrueda
Fotografía: DDV - Javier Fernández - Javier Nieves Hernández