Guillermo Valbuena, bombero forestal leonés: "En Paiporta vimos el barranco y eso mete miedo"
Guillermo Valbuena, bombero forestal leonés: "En Paiporta vimos el barranco y eso mete miedo".
El joven de Valdeón, que fue uno de los voluntarios que la Junta envió a Valencia para contribuir en las labores de limpieza, relata la dureza de una catástrofe "que no se me va a olvidar en la vida".
Guillermo Valbuena, de Los Llanos de Valdeón, es bombero forestal de la Junta de Castilla y León y uno de los voluntarios que ha viajado a Valencia en dos ocasiones para contribuir en las labores de limpieza, tras la catástrofe natural ocasionada aquel trágico 29 de octubre por la DANA.
En una entrevista con Diario de Valderrueda, nos relata la dureza de una experiencia y un escenario, que tal y como él mismo explica, "no se me va a olvidar en la vida".
- ¿Cuándo os enviaron y cuánto tiempo habéis estado?
En mi caso fui dos veces, la primera el 4 de noviembre, éramos 38 y estuvimos cuatro días. Después volvimos a casa, y el pasado 8 de noviembre fuimos de nuevo, esta vez 11 personas, porque es voluntario.
¿Cómo fue vuestra llegada a los pueblos en el primer momento?
La primera vez estuvimos en Aldaya y Alacuás, y el 4 de noviembre estaba cortado para casi todo el mundo, pero al se vehículos prioritarios no había problema, eso sí controlaban quién entraban y a veces había que dar bastante rodeo porque las calles estaban cortadas por el barro, llenas de coches...
¿Cuál fue el escenario que os encontrasteis?
En Aldaya estaba todo destrozado, pero me impactó más la segunda vez, cuando estuvimos en Paiporta, donde vimos lo que es el barranco y eso mete miedo. Es un escenario que si no lo ves en persona, por muchas fotos y vídeos que veas, no te lo crees.
Es surrealista, te encuentras una superficie afectada inmensa, ya de camino para allá ves en la autovía muchos sitios donde se ha salido el agua y piensas jolín, ¡Cuánta agua ha tenido que venir!
¿Cómo os recibieron los afectados?
La gente encantada, a nosotros nos mandaban lo que teníamos que hacer, pero todo el mundo quería que le echases una mano porque todos los necesitan. Están muy agradecidos, ofreciéndonos todo el rato cafés, comida, lo que quisiéramos. Por ejemplo, un mercado que limpiamos el primer día en Aldaya, a la semana nos mandaron un vídeo los comerciantes agradecidos porque ya habían podido abrir sus tiendas.
Nosotros fuimos para intentar ayudar lo máximo posible.
¿Qué labores habéis estado realizando?
Los primeros días en Aldaya estuvimos limpiando colegios, Centros de Salud y demás para que pudieran volver a abrir, también alguna plaza y calle principal. Después, durante el segundo viaje nos dedicamos a desatascar colectores, también a limpiar alguna calle, pero sobre todo desatascar porque todo se había llenado de barro y las aguas residuales salían por los fregaderos, los retretes y todo.
¿Se ha avanzado en los trabajos o todavía queda mucho por hacer?
Evoluciona muy poco, hay mucho trabajo hecho pero se ve muy mal, no es que trabajes hoy aquí y vayas mañana y digas ya está bien. Vas al día siguiente y esta igual, moralmente es duro porque dices llevo todo el día, estoy reventado y no se nota casi lo que estoy haciendo. En un incendio vas, trabajas y lo apagas, aquí trabajas y queda mucho por hacer, calles atascadas, llenas de coches, yo creo que hay zonas a las que todavía no ha ido nadie.
¿Ha sido duro psicológicamente?
Sí, no de decir he vuelto traumatizado, pero le das vueltas. Estabas allí cuatro días y volvías que parecía que había pasado un mes. Al final te levantabas a las 5 y media de la mañana porque durmiendo en un pabellón no pegabas ojo, y volvías a las 6 y media o las siete de la tarde. Al final sin parar acabas reventado. Pero encima piensas, toda esta gente que lleva así casi un mes, ¿Cómo tienen que estar? Y todo están echando una mano. Físicamente es duro, pero psicológicamente más.
Es una escena que no se me va a olvidar en la vida, ibas por una cuesta por un alto y veías todo tapado de ramas, coches encajados en los huecos de los pilares de los puentes, y ya estaba todo seco y te preguntas, ¿De dónde narices salió tanta agua para tapar todo esto?
Después hablas con la gente, te cuenta cada uno su historia, la mayoría de la gente no lo ha asimilado todavía y los ves llorando, gritando por la calle que lo han perdido todo... Aunque alguno también se ríe y se lo toma con humor. Es una mezcla rara de sensaciones, es duro pero también gratificante.
¿Qué fue para ti lo más difícil?
Por un lado el escenario, es que ni en una película te lo imaginas, casas en las que llegaban los cohes hasta un primer piso amontonados, eso choca mucho, las marcas del agua, cinco metros por encima de los edificios.
Y luego, la gente, que te ven y muchos ya se ponen a llorar, ves situaciones en las que la gente está muy al límite. Una señora a la que le llevé la compra a casa me preguntaba "¿De dónde vienes mi niño? y cuando le dije que desde León, se puso a llorar, "¡Ay madre, qué lejos!" decía, se imaginaría lo grave que había sido todo para que hubiéramos tenido que ir desde tan lejos.
Fuente: Diario de Valderrueda
Fotografía: Guillermo Valbuena