Lario vive por todo lo alto las Bodas de Oro sacerdotales de su párroco José Vicente Rodríguez
Lario vive por todo lo alto las Bodas de Oro sacerdotales de su párroco José Vicente Rodríguez.
El pueblo leonés que lo vio nacer preparó una gran fiesta en su honor que junto a decenas y decenas de amigos y vecinos que no quisieron perderse tan singular acontecimiento.
El 7 de diciembre de 2024 quedará escrito para siempre en letras de oro en la historia de Lario, un pueblo ganadero del Valle de Valdeburón, enclavado en pleno corazón del Parque Regional de la Montaña de Riaño y Mampodre, y que hoy rompió su habitual paz otoñal. Uno de sus hijos, José Vicente Rodríguez García, regresó a su pueblo natal para celebrar ante todos los vecinos sus Bodas de Oro Sacerdotales, un acontecimiento cada vez más escaso en los pueblos de la Montaña Oriental Leonesa. Desde primeras horas de la mañana, a pesar de un tiempo desapacible y frío, había un movimiento inusual en el pueblo y ya se respiraba un ambiente propio de las grandes ocasiones.
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Numerosos vecinos se desplazaron a Lario desde sus lugares habituales de residencia para asistir y acompañar a su ilustre vecino en tan señalado acontecimiento. Fue voluntad del propio sacerdote y de su familia el invitar a la ceremonia, y al ágape posterior, a todos sus familiares y vecinos del pueblo que quisieran acudir. El pueblo de Lario, noble y solidario, respondió con creces a la invitación del sacerdote y en la iglesia de San Julián no cabía un alfiler.
El sacerdote celebró su misa nueva en Lario el 29 de diciembre de 1954, siguiendo los cánones más tradicionales de la época. Una de las señas de identidad de una misa nueva es la pinada del mayo. El último mayo en la Montaña Oriental se pinó en Prioro el 7 de diciembre de 2015, en honor de Don Santos Rafael Ramírez Chicas, que ejerció su apostolado en dicha localidad.
La Fiesta del Mayo se celebra en la Montaña de Riaño cuando un hijo del pueblo canta su primera misa o celebra sus cincuenta años de sacerdocio. Este acontecimiento se desarrolla en tres fases: el día de la corta y traída del mayo, el día de la pina y el día de la misa nueva. Es una costumbre ancestral de culto al árbol, de origen prerromano, posteriormente cristianizada. Ya lijado y untado el mayo de grasa, los mozos lo alzan utilizando sogas, cadenas, escaleras y grandes tijeras de troncos. Las mozas cantan canciones típicas del día, y ya pinado, se ofrecen dulces y vino para todos.
La pinada del Mayo del padre José Vicente se celebró el pasado 30 de noviembre y no estuvo exenta de tradición y costumbres. Pero los tiempos cambian y las tradicionales sogas, cadenas o escaleras fueron sustituidas por medios mecánicos que hicieron más fácil y segura la pina del mayo. Al frente de todo el operativo, no exento de riesgo, estuvo Juan Carlos Fernández, profesional de la madera, que cuenta con los medios necesarios para hacer que la pina del Mayo fuese lo más segura posible, pero no por ello menos atractiva y novedosa.
La comitiva resultó espectacular. Un carro de vacas convertido en coche y otro más, cuidadosamente restaurado en verde oliva por Ramiro, y que ya había hecho de transporte en el año 1974, llevaban el Mayo hasta la bolera. Presidía la comitiva el pendón oficial en verde y rojo carmesí, portado por uno de los mozos. A la cola viajaba un numeroso grupo de acompañantes entre los que destacaba el coro de las mozas, que no dejaron de cantar y animar a los mozos con las coplas típicas de la ocasión. “Arriba mozos arriba, arriba con ese Mayo, que no digan otros pueblos que no pueden los de Lario”.
Llegados a la bolera, y con el hoyo ya excavado, entraron en funcionamiento grúas y vehículos, que en pocos minutos pinaron el Mayo, siendo el propio José Vicente quien echó al hoyo las primeras paladas de tierra y que presidió, en todo momento, toda la labor de los mozos. Nunca antes había presenciado Don José Vicente la pina de un Mayo por lo que supuso para él mismo un gran regalo. A continuación, y como es costumbre, se sirvió un refrigerio donde no faltaron los dulces y bebida para todos los asistentes.
Y llegó el gran día. Y de nuevo se tiró de tradición y costumbres. Los mozos y mozas y todos los invotados fueron al domicilio del sacerdote donde ya esperaba, acompañado de toda su familia. Bajo un arco de flores, y con cánticos tradicionales, lo acompañaron hasta la iglesia de San Julián, que lucía radiante, recién restaurada y hermosamente decorada para la ocasión, mientras las campanas no dejaban de repicar. “El padre José Vicente cincuenta años cumplió, siendo un buen sacerdote como Dios le pidió”, cantaban las mozas camino de la parroquia, coplilla que repitieron numerosas veces. La última antes de entrar en la iglesia.
Con la iglesia a rebosar, comenzó la ceremonia religiosa, oficiada por el propio Don José Vicente, acompañado por ocho sacerdotes de la comarca, como Don Domingo el más veterano, que a sus 90 años aún ejerce labores pastorales, a pesar de estar ya jubilado. También estuvo presente Don Primo, que ya había concelebrado con el misacantano aquel 29 de diciembre de 1974. La parte musical corrió a cargo de un grupo de mozos que acompañaron sus cánticos religiosos con guitarras.
Especialmente emotiva fue la homilía pronunciada por el sacerdote, donde recordó su primera misa y a toda la gente que se ha quedado por el camino. Casi emocionado, su homilía fue un continuo agradecimiento a su familia, a sus amigos, a sus vecinos y a toda la gente que le ha ayudado en estos 50 años de sacerdocio.
Daniel Puerta, Presidente de la Junta Vecinal de Lario, obsequió al sacerdote con una placa conmemorativa en nombre de todos los vecinos del pueblo, detalle que agradeció Don José Vicente encarecidamente. Después de la ceremonia religiosa tocaba cumplir con la tradición y subir el Mayo, pero las condiciones meteorológicas no lo permitieron quedando aplazado dicho acto para próximo día 29 de diciembre, coincidiendo con la fecha de su misa nueva.
Todos los familiares, vecinos e invitados al acto se reunieron posteriormente en una gran carpa climatizada para dar cuenta de una suculenta comida.
Biografía
Don José Vicente Rodríguez García nació en Lario en 1950. Su infancia transcurre en Lario hasta los seis años cuando se traslada a Valladolid para estudiar, primero en un colegio laico, y más tarde en un colegio religioso, los Hermanos de la Salle. “Mi infancia fue muy feliz en Lario, a pesar de las muchas limitaciones que había porque aún estaba cercano el final de la guerra”.
Su padre era el cartero de Lario y Polvoredo y la ocupación más habitual del niño José Vicente era, además de acudir a la escuela con Don Evetinio Díez, llevar cartas y recados donde le mandaban. “En aquellos tiempos el maestro y el cura estaban muy apoyados por los padres”. Eran años de escasez donde la ayuda americana llegaba a la escuela en forma de leche en polvo y queso. El niño José Vicente vivió esa época y se alimentó con el plan Marshall. “Aún tengo metido ahí el sabor de aquella leche”.
Lario era, por aquel entonces, un pueblo con mucha vida, que llegó a tener cerca de 300 habitantes. Tenía cuartel de la Guardia Civil, aserradero de maderas, tabernas y varios comercios. Uno de ellos era el de su abuelo Lupercio, un hombre con clara visión comercial. Además de atender su tienda, El Comercio, donde se vendía de todo, tenía una parte de cantina. Lupercio Rodríguez bien pudo ser el padre de lo que hoy son las Casas Rurales. Casa Lupercio era una fonda que, en los años 30 del siglo pasado, ya albergó huéspedes y a personajes importantes, como el gran cantabrista asturiano José Ramón Lueje.
En los años 50 y 60 del siglo pasado muchos religiosos frecuentaban los pueblos en busca de vocaciones y niños que llevarse a sus congregaciones. Acudían a las escuelas vestidos con sus hábitos y celebraban la misa con el sacerdote del pueblo. Pero José Vicente siempre tuvo clara su vocación y en segundo de bachiller ingresó en el Seminario. “Yo quería ser cura como Don Alejandro, siempre se lo dije a mi madre”. En el Seminario Menor de San Isidoro de León, completaría el bachiller elemental y superior, entre los años 1962 y 1967. Pasó luego al Seminario Mayor de San Froilán donde estudió hasta tercero de Teología, entre 1967 y 1973. Cursó el último año de Teología en el Seminario de Toledo donde finaliza su carrera y es ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1974. Su misa nueva en Lario sería siete días después. “En Toledo había mucha necesidad de sacerdotes porque la guerra civil había hecho un gran estrago entre los religiosos”.
Los primeros seis meses estuvo de Vicario Parroquial en la parroquia de San Nicolás de Bari, en Toledo. En julio de 1975 se hace cargo de sus dos primeras parroquias, Almendral de la Cañada, un pueblo pequeño situado al norte de la capital castellano manchega, y La Iglesuela del Tiétar, cercano al anterior y muy cerca de la sierra de Gredos. Allí estuvo hasta el año 1982. Pasó luego a Navamorcuende y Sartajada, parroquias muy cercanas a las anteriores. Al mismo tiempo que ejerce su labor pastoral, daba clases de Religión en un Instituto de Formación Profesional y desarrollaba labor pastoral en un colegio de religiosas de Talavera de la Reina.
En 1990 le trasladan a un pueblo de la Mancha llamado Corral de Almaguer, un pueblo de unos seis mil habitantes con mucha labor religiosa y feligreses muy devotos. En 1998 pide traslado a otra actividad y se le concede la Capellenía del Hospital La Paz de Madrid, que, con sus 1300 camas es uno de los más grandes de España. “En Madrid estuve un año y fue una experiencia muy positiva”.
En el año 1997 había conocido al padre Ángel García, fundador, junto con el padre Ángel Silva (ya fallecido), de la Fundación Mensajeros de la Paz, un proyecto que nace en Oviedo para mejorar la vida de las personas más vulnerables de nuestra sociedad. Mensajeros de la Paz es Asociación también. Son, por tanto, dos instituciones a nivel legal. La Asociación gestiona Residencias de Mayores y Centros de Día. Por el contrario, la Fundación gestiona los proyectos internacionales o catástrofes, como la recientemente ocurrida en Valencia. El padre Ángel es el presidente de la Asociación y Don José Vicente queda como Presidente de Honor de la Fundación. Un compañero sacerdote le presentó al padre Ángel y pronto vio una gran labor a realizar, diferente a la que había hecho durante los últimos 25 años de vida sacerdotal. En aquellos momentos se acondicionaba el Seminario Menor de la Bañeza como residencia de ancianos y se encomienda a Don José Vicente la dirección de esa residencia por lo que se traslada a la capital bañezana. Finalmente, cristaliza el proyecto y lo que era Seminario Menor se convierte en Complejo Residencial Mensajeros de la Paz, en La Bañeza. “Fue ahí donde empecé a colaborar con Mensajeros de la Paz en distintos proyectos”.
En ese momento el Obispado le libera de labores pastorales y se dedica por entero a proyectos internacionales que le obligan a viajar por todo el mundo. “Hasta el año 2005 vivo más tiempo fuera de España que aquí, mejor dicho, en aviones y en aeropuertos. También a raíz de desgracias, como el terremoto en El Salvador o el de Irán”.
A partir del año 2005 es tan numerosa la labor de residencias a nivel nacional que se decide descentralizar la gestión. Y nace la Edad de Oro a nivel de Autonomías. Don José Vicente se hace cargo de la dirección de Castilla y León, donde gestiona todas las residencias de ancianos de la comunidad. En Castilla y León, Edad de Oro Mensajeros de la Paz gestiona un total de nueve residencias, con unas seiscientas plazas que se atienden con cerca de trescientos trabajadores. La filosofía de las residencias de ancianos que gestiona Edad Dorada es intentar que la vida en la residencia sea lo más parecido a un hogar. “La residencia nunca va a sustituir a un hogar. Es como los hospitales, son necesarios para atender a las personas con necesidades. Trabajamos con profesionalidad para que haya un buen trato a los residentes. Nuestra idea es que no se trata de prolongar la vida, no se trata de añadir años a la vida, lo que queremos es añadir vida a los años. Y lo hacemos intentando que nuestros abuelos, como los llamamos, se encuentren a gusto”.
Edad de Oro es una asociación sin ánimo de lucro y la financiación principal de sus residencias viene de los propios residentes. Todos tienen su pensión o echan mano de sus propiedades o patrimonio para poder ser atendidos. También se financia a través de lo que se llama Prestaciones vinculadas al servicio, o plazas concertadas, que es potestad de las Autonomías. También las empresas ponen su grano de arena afinando precios o facilitando los pagos. El principal objetivo a nivel económico es cuadrar gastos porque la Asociación no tiene ánimo de lucro.
Además de la gestión de residencias también se ocupan de la gestión del Centro Social Pío XII con el apoyo del Ayuntamiento de León, donde cada día atienden a los más necesitados. El Centro Social Pío XII cuenta con servicio de comedor social, reparto de alimentos, ropero, talleres de formación, apoyo en la búsqueda activa de empleo, apoyo escolar, asistencia social y algunas actividades de ocio.
Cuando José Vicente regresa a su Lario natal atiende a su pueblo, a Polvoredo, o dice la misa en Riosol, donde siempre ha acudido caminando. “Mientras pueda iré caminando”. En octubre hizo su última gran ruta: desde Puente Almuhey a la Virgen de la Velilla. Porque es el senderismo una de sus grandes aficiones, lo mismo que en sus tiempos de seminario lo fue el fútbol. Hace rutas por los montes de su pueblo, aunque cada vez con menos desnivel. Habla y comparte con sus vecinos y amigos. La pena es que, de sus quintos, de once que eran, solo quedan tres.
También ha recuperado la amistad de antiguos compañeros de seminario, algunos de los cuales estuvieron presentes en la misa de celebración.
“Mientras pueda seguiré trabajando para los demás, que es donde mejor me encuentro”.
Fuente: Enrique Martínez Pérez
Fotografía: Enrique Martínez Pérez