El Castillo de Guardo, ruinas que alimentaron la construcción del ferrocarril 'Hullero'
El Castillo de Guardo, ruinas que alimentaron la construcción del ferrocarril 'Hullero'.
Construido en el siglo IX como centinela del Alto Carrión, desempeñó un papel destacado durante la Reconquista al constituir frontera entre el Reino de León y el Condado de Castilla.
Como muchas otras construcciones fortificadas, el Castillo de Guardo se levantó en el siglo IX sobre un otero a 1.150 metros de altura para controlar los cuatro valles que rodeaban la población, y desempeñó un papel destacado como centinela del Alto Carrión en épocas bélicas como la de la Reconquista, al constituir la frontera entre el Reino de León y el Condado de Castilla.
Sin embargo, su destino ha sido trágico porque en pleno auge de la minería, a finales del siglo XIX, las explosiones en una cantera próxima provocaron el derrumbe de sus muros, y sus piedras terminaron sirviendo a la construcción del ferrocarril minero de vía estrecha Bilbao-La Robla, el 'Hullero'.
Pero, retomando sus inicios, la fortaleza fue construida en un montículo por los propios habitantes del pueblo que en aquel entonces era Guardo, que aparece mencionado por primera vez en el siglo X con el nombre de 'Buardo' o 'Boardo', una aldea vinculada al Monasterio de San Román de Entrepeñas, en Santibáñez de la Peña. De esta forma ejercía como guardián de los caminos que cruzaban el asentamiento por los valles de Valdecastro, Valdelera, Corcos y San Miguel, para evitar posibles ataques.
La villa fue repoblada por Alfonso III y pasó a formar parte del señorío de los Condes de Saldaña en plena Reconquista, época en la que su ubicación estratégica a orillas del río Carrión le otorgó un papel fundamental para vigilar las posibles incursiones musulmanas y controlar la frontera entre el Reino de León y el Condado de Castilla.
Durante el reinado de Alfonso VII, en el siglo XII, la fortificación disponía de una torre para vigilar el paso, una necrópolis, y una gran muralla que se mantuvo en pie hasta 1895. Además, en su interior también se encontraba una ermita dedicada a Nuestra Señora del Castillo, que se conservó hasta el siglo XIX, donde se custodiaba la imagen de la Virgen del Castillo, muy querida por los guardenses y conservada después en la Iglesia de San Juan, de donde desapareció sin dejar rastro el siglo pasado.
Con la desaparición de los señoríos en 1837, la propiedad del castillo pasó al concejo y este en 1892 vendió sus piedras al comerciante Santiago Merino para la construcción de su casa, y él a su vez donó las rocas sobrantes para la edificación de las estaciones del ferrocarril minero de vía estrecha Bilbao-La Robla, que estaba en construcción.
Además, el concejo también autorizó la explotación de una cantera de piedra caliza en una de las laderas de la fortaleza, destinada también a las obras de la infraestructura ferroviaria conocida como el 'tren hullero'. Así, las explosiones 'remataron' los restos del castillo, provocando el derrumbe de los muros, cuyas piedras se destinaron también al ferrocarril. A día de hoy sólo se conservan vestigios de una torre y de la muralla que lo rodeaba.
Fuente: Diario de Valderrueda
Fotografía: Ayuntamiento de Guardo