El canal de Orbó: una infraestructura única en la historia de la minería española

El canal de Orbó: una infraestructura única en la historia de la minería española.

Este conducto de la Montaña Palentina, que era navegable, comenzó a construirse en 1879 y fue pionero en la utilización de dinamita.

Contó con el primer teléfono de Castilla La Vieja y en su exterior con la primera línea ferroviaria de vía ancha.

Cuando el Pozo Rafael, en Vallejo de Orbó, alcanzó una profundidad de 112 metros comenzó a sufrir uno de los problemas tradicionales de las explotaciones de carbón: las filtraciones de agua. Para solventarlo, el ingeniero de minas Mariano Zuaznávar, que se hizo cargo de la explotación en 1879, construyó un canal navegable por el interior de la mina, una infraestructura única en la historia de la minería española: el Canal de Orbó.

Mariano Zuaznávar de Arrascaeta conocía la existencia de canales subterráneos de agua en Inglaterra, Austria y Alemania, por lo que decidió construir uno en el pozo Rafael, que sirviera de evacuación de aguas, ventilación y transporte del carbón en barcazas. Terminó desarrollando una infraestructura precursora en la utilización de dinamita, que contó con el primer teléfono de Castilla La Vieja y en su exterior con la primera línea ferroviaria de vía ancha.

El canal, que tenía forma hexagonal con 2,20 metros de anchura en su base, 1,60 metros en el techo y una altura de 2,50 metros, comienza a 112 metros de profundidad y sale al exterior tras 1.800 metros de recorrido. Para regular su caudal de agua, 86.000 litros al día, se instaló una esclusa en la dársena exterior.  

En febrero de 1879 se firmó un presupuesto inicial de 150.000 pesetas (900 euros) para su construcción, aunque el coste alcanzaría, según algunas fuentes, las 250.000 pesetas (1.500 euros); y según su principal detractor, Román Oriol, las 500.000 pesetas (3.000 euros).

Los trabajos se llevaron a cabo de manera muy acelerada gracias al conocimiento de Zuaznávar en el empleo de la dinamita, utilizada en las obras del Canal de Orbó de manera casi pionera en España. En total, se emplearon 6.228 kilos de pólvora y 1.228 kilos de dinamita y tan solo cuatro años después, en diciembre de 1883, veintidós personas hicieron el primer recorrido en barca.

La actuación comprendió también la fortificación de sus paredes y la creación de un ensanche en la caldera del pozo, para cargar las barcazas con sistemas basculantes de vagonetas. Paralelamente, se desarrollaron cinco pozos auxiliares para atacar la galería desde 12 frentes y facilitar la evacuación de aguas. 

 
En un primer momento, eran los propios trabajadores los que se encargaban de mover manualmente las barcazas, pero rápidamente se instaló una rueda hidráulica en el fondo del pozo con un cable de acero de 8 milímetros. que, aprovechando la caída vertical del agua, generaba unos 10 caballos de vapor de potencia. 

Se inauguró el 4 de marzo de 1884, sin embargo, pese al titánico esfuerzo y a la magnífica obra de ingeniería construida, en marzo de 1886 Zuaznávar abandonó Esperanza de Reinosa y, cinco meses después, en agosto, el director gerente de la compañía dio por liquidada la sociedad. 

Entre las causas del declive de la empresa, además de los cambios de titularidad, se encuentra el importante coste del canal, así como las necesidades que provocó en nuevos sistemas de aglomeración y nuevos hornos de cok. Las averías en el sistema de navegación paralizaban la mina y el excesivo trasiego del carbón aumentaba los costes de transporte.

Aunque el verdadero causante del cierre de la compañía fue la apertura del ferrocarril del noroeste, que permitió la llegada a Madrid de los carbones asturianos y leoneses dejando a la cuenca del Rubagón en clara desventaja.  

A partir de entonces, los nuevos propietarios de La Sociedad Esperanza de Reinosa pusieron al ingeniero Elías Palacios al frente de la explotación. Este intentó reducir jornales y limitar el riesgo de producción de menudos reformando el canal.

Transformó la dársena exterior en esclusa para que las lanchas pudieran ser colgadas de un carro y el carbón transportado directamente a la fábrica o a los hornos; refortificó los muelles e instaló volcadoras que cargaban las lanchas, para ahorrarse los jornales de los cargadores; y sustituyó en 1890 el motor hidráulico para mover el cable por una máquina de vapor locomóvil.

Pero de poco sirvió. Tras menos de una década en funcionamiento, el canal fue desecado y transformado en galería de arrastre con tracción animal, y más tarde eléctrica, para seguir prestando servicio hasta que en 1969 se cerró definitivamente el Pozo Rafael. 

En la actualidad, esta obra singular del siglo XIX está totalmente inundada y la esclusa que regulaba su caudal absolutamente enfangada, aunque la Asociación para la Recuperación del Patrimonio Industrial trabaja por salvar del olvido tanto esta infraestructura como muchas otras de la cuenca del Rubagón. 

Fuente: Diario de Valderrueda

Fotografía: ARPI, Centro de Interpretación de la Minería de Barruelo