El arraigo de los muros

El arraigo de los muros...Por Noemí Suárez Blanco.

Nosotros, permitidme generalizar, somos mucho de arraigarnos a los muros. A las piedras, puertas, a torres o edificios que han sido o significado mucho. A lugares que han formado nuestra historia y nuestra tierra. Que han sido tradición y hoy son apenas recuerdo.

Cada vez tengo más claro que sí, somos así y no nos culpo porque esta sociedad leonesa se ha formado con las grandes cosas. Pero también con las pequeñas. De ruinas de guerra, de mina, de pueblos bajo el agua, de restos entre musgo y urz.

Una habitación oscura que albergaba fuego fue un espacio fundamental para contar lo que somos. Para transmitirlo. 

Hoy vemos esa habitación (en el caso de las que se conservan) y no podemos evitar sentir nostalgia. Porque las paredes siguen impregnadas del negro de aquello que vivieron entre fuegos y de todos los que formaron lo que ahora son motas de polvo y olvido de un humo extinto. Todo lo que ha quedado allí, como un último eco para quien aún escucha lo que reverbera en esas maderas.

No nos culpo porque en nuestro corazón se formó la cultura minera. Una forma de vida que crearon todos los que lucharon y perdieron. Porque solo en las pérdidas nos damos cuenta de lo que somos. Una cultura arraigada a lo suyo. A sus lugares. A sus piedras. 

Esos edificios que hoy desaparecen llevan con su fin un poco de todos nosotros. Porque en el olvido... En el hueco ahora vacío.... siempre quedará el recuerdo de lo que nos formó y conformó. 

En el vacío siempre queda el recuerdo de la memoria y las imágenes que crean las historias de quien lo cuenta. En ese mismo lugar nacerá la historia que un día transmitiremos de nuestro legado. Y en el futuro quien sabe si quizás una leyenda forje imaginarios para todos esos pasos que deben seguir el camino.

En los valles, en las brañas, en los puertos perdidos las rocas que formaban corrales se mimetizan ya con las peñas y picos que un día vieron otra vida. No nos culpo, el tiempo avanza y cambia, los árboles envejecen. Aunque sigamos deteniendo nuestras miradas en esos lugares que hablan.

En esos lugares ahora vacíos, desiertos, perdidos.... en esos lugares aún existe lo que fue. Y será así mientras quede quién los recuerde. Quien se siente a escuchar.

¡Y cómo no vamos a recordar un vacío que grita! Que nos cuentan generaciones, formas de vida y lo que hoy somos gracias al arraigo que tenemos a las piedras.

Fuente: Noemí Suárez 

Fotografía: Noemí Suárez