Durmiendo en la cumbre del coloso palentino, Pico Espigüete
Durmiendo en la cumbre del coloso palentino, Pico Espigüete.
"Una experiencia inolvidable". Así califica Juan Romairone su aventura haciendo noche a 2.450 metros de altitud en el ícono de la Montaña Palentina.
Por Juan Romairone:
<<Se debe planear con antelación, revisar la meteorología, llevar el material adecuado para dormir a la intemperie y ante todo tener mucho respeto a la montaña>>.
Soy un aventurero, aficionado y con mucho por aprender de montaña aún. Hace ya mucho tiempo que venía rondándome la idea de dormir en el Pico Espigüete (2450m) para poder disfrutar de unas vistas panorámicas con una luz de tarde y de mañana inigualables. Y así ha sido. Durante la semana anterior al ascenso estuve comprobando la evolución del tiempo, día tras día y contrastando en varias páginas de información meteorológica. El jueves 1 de agosto, vi que las condiciones meteorológicas para pasar la noche del viernes a sábado eran óptimas. Y allí que me fui.
Hace un tiempo intenté un vivac (dormir al raso) tras un día espectacular de sol, no en la cumbre de una montaña, si no en un “prau”, en la montaña palentina, donde aguanté unas horas y tuve que finalizar la noche en el coche, ya que el saco per se no era suficiente. De todo se aprende y nuevamente comprobé la importancia del papel tan importante de la logística y de consultar la meteorología.
El viernes 2 de agosto hizo bastante calor por la tarde. Unas pequeñas nubes intermitentes tapaban el sol de vez en cuando, lo que se agradecía mientras ascendía por la cara norte; las cuales desaparecieron por completo durante el camino y me dejaron más tranquilo descartando posibles lluvias y tormentas de verano que pudieran obligarme a renunciar a este sueño. No vi a ninguna persona en todo el camino, tan solo tuve la agradable compañía de varios rebecos, un treparriscos y algún que otro acentor alpino. El eco del canto de las chovas piquigualdas en las paredes calizas y el vuelo de las mariposas a mi paso hicieron más llevadero el exigente ascenso a este coloso de la montaña palentina. No me puedo olvidar del agradable olor aromático de las plantas que hay a mitad del ascenso, cuando empieza la parte resbaladiza de la piedra suelta.
A las 19.55h avisé a mis familiares y a algún amigo, que ya estaba en la cumbre y que empezaba la aventura. Tras cambiarme la ropa húmeda por ropa seca y de abrigo, comencé a montar el campamento. Una vez instalado, empecé a disfrutar y a darme cuenta lo espectacular que estaba por vivir. Saqué la cena y no despegué la vista hacia la zona oriental leonesa esperando la puesta de sol.
Cuando el sol ya empezaba a caer, pasadas las 21.00 h, pude apreciar con mayor claridad la <profundidad de campo>, o ese efecto de ver a las montañas más oscuras unas que otras. El agua del pantano de Riaño brillaba como si de una lamina de plata se tratara. La inmensidad de Picos de Europa no se quedaba atrás.
El sol empezó a tornarse en un intenso color anaranjado que se difuminó una vez atravesó el mar de nubes, que se apreciaba más allá de Riaño. Durante la noche me acompañó de forma intermitente una brisa de viento muy suave, lo que me permitió escuchar hasta el más mínimo ruido a mi alrededor.
Escuché piedras que se movían, probablemente algún rebeco curioso o zorro que quería saber que hacía ese intruso ahí, o sea, yo. Como anécdota destacada fue la música de la verbena de algún pueblo de los alrededores. Una vez acabo, el silencio absoluto comenzó de nuevo.
Puse la alarma a las 06:30h, y en cuanto sonó, salte como un resorte para abrir la tienda y poder ver lo que me esperaba. Salí y vi un espectáculo sin igual. Un fino color anaranjado y azulado perfilaba las montañas. Tímidamente hizo acto de presencia el mismo sol que me acompaño la tarde anterior, dando luz a todo desde la cara este del macizo montañoso. Cogí el desayuno, me senté en las piedras y disfruté de uno de los mejores amaneceres que he vivido. A las 08:00h ya estaba recogiendo el campamento y notando el calor que iba a hacer durante el día. A los pocos minutos empecé el descenso por la misma cara norte, con una buena sonrisa y como siempre digo: “otra aventura más a la mochila”.
Después de esta experiencia, me gustaría acabar este texto con el mismo mensaje con el que lo he empezado, ya que no he sido el primero, ni seré el último en dormir en la cumbre del Espigüete u otras cumbres: la experiencia siempre es un grado, el montañismo es exigente, se debe avanzar poco a poco, se necesita formación, planear bien con antelación, llevar todo el material necesario para dormir a más de 2000 m de altura y nunca improvisar teniendo al respeto a la montaña y la prudencia, como sabios consejeros. Lo demás es todo disfrutar. Nos vemos por las montañas. Juan Romairone.
Fuente: Juan Romairone
Fotografía: Juan Romairone
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