Objetivo conseguido: el médico Chema Fernández ondea la bandera de León en el Aconcagua
Objetivo conseguido: el médico Chema Fernández ondea la bandera de León en el Aconcagua a casi 7.000 metros.
"Es una experiencia bonita y única, pero como paisaje bello prefiero nuestra Montaña Leonesa, los Andes son muy desérticos, nosotros tenemos mucho más verde, ríos, arroyos y lagos".
El médico Chema Fernández, que trabajó numerosos años en el Centro de Salud de Cistierna, se embarcó a comienzos de diciembre en un gran reto llevado por su pasión montañera, ascender el Aconcagua, y el pasado 16 de diciembre consiguió su objetivo: ondear la bandera de León a 6.960 metros de altitud en la cumbre argentina, la más alta de la Cordillera de los Andes.
Ahora, recién aterrizado en casa, nos cuenta cómo ha sido esta experiencia de vida compartida con su compañero Roberto Horas.
- ¿Cómo fue el proceso de aclimatación a la altura?
Llegamos a Mendoza el 3 de diciembre y el 4 empezamos la aclimatación, primero subimos al campamento base, llamado Plaza de las Mulas y volvimos a bajar. Después ascendimos al primer campamento de altura, conocido como Canadá, y de nuevo bajamos. Desandar lo andado era un poco duro, pero era necesario.
A continuación pasamos cinco días en altura, primero en el campamento Canadá a 5.000 metros de altura, luego en el segundo campamento de altura, que se llama Nido de Cóndores y está a 5.600 metros, y finalmente en el tercero, que lleva el nombre de cólera, será por la cólera de Dios porque el viento allí era terrible. El siguiente paso era hacer cumbre.
- ¿Qué tal llevasteis las condiciones climatológicas de estos campamentos y la falta de comodidades?
Pasamos mucho frío y sobre todo incomodidad, eso de no poder abrir el grifo y que salga agua para lavarte, lavar platos y demás, es quizás lo peor, y tampoco hay baños. Además, con el viento por la noche era imposible dormir, parecía que te iba a llevar la tienda de campaña. Tampoco teníamos café, nos tomábamos un té con agua caliente, algo de dulce de leche, y comida liofilizada. Hacíamos agua con la nieve, la hervíamos, le añadíamos sales y la echábamos en las bolsas, que traen arroz o verduras, y así se hacía sola la comida.
- ¿Cuándo encarasteis el ascenso a la cumbre y cómo fue?
El día 16 de diciembre a las cinco de la mañana comenzamos a subir 11 personas, teníamos 20 grados bajo cero y el viento soplaba a unos 30 o 40 kilómetros por hora mañana, que no es mucho, pero lo suficiente para que la sensación térmica sea de mucho frío. Nos llevó nueve horas la subida, fuimos poco a poco, con calma, pasando las zonas más duras.
A 200 metros de la cumbre mi compañero Roberto empezó a sentirse mal y tuvo que quedarse y regresar, yo continué. Ese último tramo que pensaba que sería fácil, nos llevó tres horas, era agotador dabas un paso y necesitabas una respiración por la falta de oxígeno. Llegamos arriba a las dos de la tarde siete de los 11 que íbamos.
Era importante llegar arriba antes de las tres de la tarde porque los 'guardaparques' cierran la cima, hay una patrulla de rescate que evita que la gente intente forzar para llegar y luego bajar de noche. Si te pillan a 200 metros de la cumbre no te dejan subir.
Después estuvimos unos 20 minutos en la cumbre, y volvimos a bajar al campamento Cólera, lo que nos llevó otras cinco horas, cansados pero contentos.
- ¿Y una vez allí arriba, cómo fue?
Me llamó la atención que la aventura es muy bonita, la experiencia también, la gente con la que estuvimos genial, y como reto el hecho de subir una montaña tan alta es muy gratificante, pero como paisaje bello yo prefiero la Montaña Leonesa, tenemos mucho más verde, ríos, lagos, arroyos, hay árboles. La Cordillera de los Andes es muy desértica, hay tanta altura que no nace la vegetación. Es un poco más aburrido, eso sí, la gran ventaja es la altura. Aconcagua es la cima más alta, y miras toda la Cordillera y es un auténtico espectáculo.
También nos sorprendió que no había mucha nieve, nos dijeron que con el cambio climático cada vez nieva menos. Además, ellos empezaban ahora el verano.
Pero en definitiva, era cumplir ese reto y sueño que tenía yo, así que lo viví muy contento. La pena es que no vino Roberto hasta arriba, pero un chiquillo americano me ayudó a colocar la bandera de León.
- ¿Descender fue tan complicado como subir?
No, en el mismo día que hicimos cumbre volvimos a bajar al campamento de Cólera, el 17 de diciembre bajamos al campamento base, y el 18 ya hicimos una marcha de 30 kilómetros hasta donde nos esperaba el transporte para regresar a Mendoza. Volvíamos como niños con zapatos nuevos. Y en Mendoza había 37 grados, así que los últimos días me los pasé en la piscina, nos chocaba que tenían toda la decoración de Navidad y los mercados navideños, con ese calor.
- ¿Cómo ha sido el recibimiento al llegar a León tras el largo viaje?
En la estación de tren nos prepararon nuestros amigos y familia un recibimiento, con silbatos. Veníamos muy contentos, porque tuvimos buen tiempo y se nos dio bien la cosa, pero llegamos muy cansados por el viaje. Habíamos salido de Mendoza (Argentina) el día 20 a las siete de la tarde, hicimos escala en Buenos Aires y tras 12 horas de vuelo aterrizamos a las cuatro de la tarde en Madrid, después tuvimos que coger el AVE a León a las siete y llegamos a León sobre las nueve de la noche. Fueron unas 29 horas en total.
Eso sí, quiero dar las gracias a mis amigos, compañeros de trabajo, la gente de la zona de Cistierna y de León, y a toda mi familia por supuesto. Todos estuvieron pendientes día a día, y cuando no podía poner un Whataspp o llamar porque no teníamos cobertura, todos estaban preocupados. Ese apoyo nos vino de maravilla, era sentir el aliento de todos detrás, gracias a ellos pudimos también cumplir el objetivo.
Fuente: Diario de Valderrueda
Fotografía: Chema Fernández en el Acon