El viejo Riaño, un pasado de esplendor anegado

El viejo Riaño, un pasado de esplendor anegado. 

Considerado 'la Suiza española', se posicionó como uno de los valles más ricos de España y constituyó un referente pecuario para toda la Provincia de León. 

En 1987 se anegaron sus tierras y sus pueblos con el embalse para regar otros, aunque hoy sus 'fiordos' son uno de los enclaves más increíbles del país.

El Riaño que todos conocemos hoy en día lleva cargado a la espalda el peso de una de las grandes tragedias del siglo XX, aunque para muchos, más de tres décadas después, es desconocida. Pero el viejo Riaño, y los ocho pueblos sepultados bajo el Embalse, nunca serán olvidados por sus gentes.  

El viejo Riaño contaba con padrones de vecindad desde 1752, pero no sería hasta la la construcción de las carreteras, a mediados del siglo XIX, cuando su economía comenzó a emerger por la función que ejercía como centro de servicios de toda la Montaña de Riaño. Alcanzó tal desarrollo que se convirtió en uno de los valles más ricos de España y la comarca pasó a ser conocida, a principios de los años 60, como 'la Suiza española'. 

Destacaba por las abundantes truchas de sus ríos, cuyos cotos eran apreciados internacionalmente, aunque la ganadería se erigió como su principal fuente de riqueza. De hecho, desde mediados del siglo XIX era referente pecuario para toda la Provincia de León. 

El sector turístico proliferaba también a buen paso y, fruto de ello, en 1951 se inauguró el antiguo Parador Nacional de Turismo de Riaño, un auténtico hotel de lujo para la época y para esta zona de la Montaña Leonesa. Se levantó principalmente con piedra caliza, en un lugar estratégico a 1.067 metros de altitud: desde él se podía observar todo el paisaje y gran parte de la Montaña de Riaño.

Sin embargo, con los albores del siglo XX la sombra de la tragedia empezó a planear sobre este paraíso natural, y Riaño se incluyó por primera vez en un plan de obras hidráulicas que planteaba construir un embalse en los terrenos de éste y otros municipios leoneses de la zona. 

Aún así, un soplo de esperanza tranquilizó a sus gentes cuando el proyecto quedó paralizado en el limbo durante décadas. Hasta que en 1963, ya durante el franquismo, la amenaza se volvió a posar sobre Riaño en plena vorágine de construcción de pantanos, dentro del Plan Hidrológico Nacional.

En 1965 esa amenaza tomó vida propia y los riañeses contemplaron cómo arrancaban las obras para construir el descomunal muro de hormigón de la presa, un coloso de 110 metros de altura. 

Los trabajos finalizaron en 1971 y, "por suerte", el proyecto volvió a paralizarse. El contrato de la empresa que tenía la contratación de las obras se rescindió en 1975 y, con la muerte de Franco, cuando el país miraba hacia un futuro incierto, el pueblo quiso creer que el embalse no seguiría adelante. 

Lamentablemente, tras celebrarse en 1983 las primeras elecciones de la Junta de Castilla y León, el consejero de Agricultura, Jaime González, propuso al Gobierno de Felipe González retomar las infames obras del embalse. Con el beneplácito del presidente y la Confederación Hidrográfica del Duero, se firmó así la sentencia de nueve pueblos de la Montaña de Riaño, para regar decenas de miles de hectáreas de las tierras del sur de León, Palencia y Valladolid, muchas de ellas hoy aún sin desarrollarse.

Pero sus gentes no se rindieron y en 1986 tuvieron lugar las manifestaciones más masivas, a las que se respondió con cargas policiales y el desalojo forzoso de los residentes de los muchos de los pueblos afectados. Llegó a ser un conflicto nacional, que trascendió fronteras, pero que solo obtuvo como resultado el cierre y la ocupación militar de la comarca, en una vista que provoca a día de hoy vergüenza, más propia de la guerra que de un país democrático.

En diciembre de ese mismo año cayeron las primeras casas, con las máquinas inmunes a las protestas de los jóvenes encaramados a los tejados. Medio año más tarde, en junio de 1987, los vecinos de la localidad leonesa se atrincheraron para impedir que la maquinaria y los trabajadores accedieran al viaducto.

Un último intento de resistencia que fue en vano: el 7 de julio más de 300 guardias civiles tomaron el pueblo y cargaron sin compasión contra las personas que "protegían" las casas que iban a derribar. Incluso se detuvo al alcalde del municipio, Huberto Alonso. En total, 60 viviendas fueron derruidas y desalojadas a la fuerza y, al menos, 33 familias abocadas al exilio.

El momento más criticó llegó el 11 de julio con el suicidio de Simón Pardo, un vecino de 54 años, en la casa de la que se había negado a irse. Pero, a pesar de la conmoción que ocasionó en toda España, los derribos no pararon y Huelde fue el primer pueblo totalmente destruido. El 22 de julio cayó el último, Pedrosa del Rey, y cuando se vio el derrumbe del Hotel Presa, se dio por enterrado Riaño.

El cierre de la presa se produjo el 31 de diciembre de 1987. Se anegó unas tierras para regar otras, con un embalse por el que unos perdieron su vida para que otros tuvieran su agua. Todo ello, 'in extremis', porque al día siguiente entraba en vigor una nueva directiva europea que prohibía la construcción de embalses como el de Riaño por motivos medioambientales.

De no haber estado listo a las 00:00 horas, el Gobierno hubiera estado obligado, por decreto europeo, a reconstruir todas las casas y pueblos derribados, a restaurar el entorno a su estado anterior, a anular las expropiaciones con efecto retroactivo y a desistir definitivamente de la construcción de la presa.

La tragedia, de incontable magnitud, arrastró a la mayoría de los jóvenes, que abandonaron la comarca. Las gentes de Anciles, Salio, Huelde, Éscaro, La Puerta, Burón, Pedrosa del Rey y Vegacerneja que se quedaron, tuvieron que asentarse en segundas residencias, en hoteles, en viviendas de familiares, en tiendas de campaña… Del Nuevo Riaño solo estaba edificado el ayuntamiento y alguna casa particular.

Riaño es, por tanto, la localidad más joven de la provincia, y pese a la carga del pasado que arrastra todavía, en sus rincones permanece la memoria del pueblo al que sustituyó, y hoy es con sus 'fiordos' uno de los enclaves naturales más increíbles y bellos de España. Aunque muchos desconozcan su artificialidad y la triste historia de su origen.
 

Fuente: Diario de Valderrueda

Fotografía: Otto Wunderlich, Antonio Alaiz Ferreras, Diario de Valderrueda