Diario de Valderrueda
Un pleito, pastores y montañas de sal
lunes, 29 de abril de 2024, 04:37
REPORTAJES - MONTAÑA LEONESA

Un pleito, pastores y montañas de sal

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Un pleito, pastores y montañas de sal.

Conocida es la tradición en la Montaña Leonesa la celebrar a final del verano las Machorras...

 

Pastores trashumantes con sus monturas
Pastores trashumantes con sus monturas. Fuente: https://www.rick-cafe.com/?sc=3&ida=178

 

Esta fiesta se remonta a cuando los pastores trashumantes subían en verano por la Cañada Real Leonesa a los puertos de montaña desde Extremadura o Castilla la Vieja. Esta celebración se entendía como el pago que los pastores trashumantes hacían al pueblo que les había acogido. Para ello se guisaba y comía en comunidad una chanfaina, una caldereta de oveja machorra (aquella que ya no se quedaba encinta) y brazo gitano o queso; y de ese modo la deuda anual quedaba saldada.

 

Pero ¿Qué hacían estos pastores a mayores de cuidar los rebaños? Pues al parecer también se dedicaban a trajinar o a portar mercancías por los pasos de montaña.

 

En esta tercera entrega de ‘Montaña Cultural’, desde la oficina de turismo ubicada en la Casa Consistorial de Puebla de Lillo (la que en su día fuera el alfolí antes de su remodelación en los años veinte del pasado siglo), os traemos el resumen de un famoso juicio entre la Corona, los merinos de Valdeburón y los responsables del control sobre la sal en Asturias que utilizaban el abrigo de la montaña para traficar con la sal.

 

Este pleito se desarrolló durante el siglo XVII y en él estuvieron implicados en el delito de contrabando de sal los alfolíes de Gijón, Avilés, Boñar, Puebla de Lillo, Pedrosa del Rey y los merinos de Valdeburón. Tal fue la magnitud de este trajín que el Estado tuvo que intervenir. Las investigaciones dieron como resultado una red de contrabando entre las salinas asturianas y os merinos de Valdeburón que, aprovechando los pasos de montaña, metían sal no alfolinada a fin de eludir las tasas de Lillo, Boñar y Pedrosa.

 

Y es que la sal era un verdadero negocio, pues ya desde el siglo XII, el rey Alfonso VII, estableció los estancos de la sal para así controlar su distribución entre la población. La sal era muy preciada para conservar la comida (véase la matanza, los embutidos, los pescados, etc.), curtir pieles, hacer quesos, curar heridas… Se consideraba un producto de primera necesidad.

 

A partir del siglo XIV, reyes como Alfonso IX o Juan I empezaron a legislar y a establecer mayores controles sobre estos estancos de sal, llamados alfolíes. La sal, debía de ser pesada, almacenada con unos estándares de calidad y, sobre todo, se debía controlar bien su origen y las cantidades de sal que se distribuían por los alfolíes del reino

 

: Antiguo alfolí de Boñar. Fuente: lanuevatierra.blog
: Antiguo alfolí de Boñar. Fuente: lanuevatierra.blog

 

Estos alfolíes eran licitados por la corona en períodos de cuatro a cinco años. Los arrendatarios debían cumplir con una serie de requisitos mínimos de abastecimiento y precios. Si no los cumplían serían depuestos de su cargo, pero esto no siempre se cumplía y los alfolineros llevaban a cabo sus triquiñuelas para soslayar los controles reales. A este fraude de ley se le conocía como “sal distraída”, haciendo referencia a la sal que no entraba en los alfolíes y era vendida bajo cuerda. Cabe mencionar que los alfolineros solían ser las familias acomodadas de la comarca haciendo de esto un negocio redondo.

 

Estas prácticas, consideradas normales entre la población, comenzaron a ser un problema para las arcas reales. Es así como la corona fundó en 1520 un tribunal especial para investigar esta “sal distraída”.

 

Y así es como llegamos al siglo XVII, donde había más sal de contrabando que legal. En parte por personajes como Don Fadrique López Sobredo, receptor de la sal de Gijón y el escribano de número del Concejo de Avilés y de la sal del Principado de Asturias, Don Alfonso Fernández Pendones. Ambos socios, pertrecharon una red de contrabando de sal entre las salinas reales asturianas y el norte de León, implicando directamente a los merinos reales y estos a sus pastores, que conocían perfectamente los pasos y veredas entre León y Asturias.

 

Los recueros -pastores trashumantes- eran engañados u obligados a firmar compromisos de entrega a cuenta. Estos compromisos, exoneraban de toda culpa a sus benefactores -los merinos, pertenecientes a la baja nobleza y dueños de rebaños- si la justicia les pillaba. Esta actividad ilegal era de vital importancia para los merinos leoneses, ya que si conseguían hacerse con sal que no fuera de Poza de la Sal (Burgos) -pues era la única que legalmente podían adquirir y esta no siempre llegaba en buenas condiciones-, podían abastecer mejor a sus rebaños y abaratar la producción de quesos, carnes y pieles.

 

Salinas de Poza de la Sal (Burgos)
Salinas de Poza de la Sal (Burgos). Fuente: senditur.com

 

El rumor de este mercadeo llegó al Tribunal Real y el día 29 de julio de 1645, Andrés Maldonado, el Juez Visitador General de las Reales Salinas de los partidos de Castilla la Vieja y Zamora, visitó la zona del Alto Porma y de Valdeburón para iniciar la ronda de consultas al calor de las noticias recibidas: “Dijo que se le a dado noticia que muchos Requeros vienen cargados de sal de la que se descarga en los alfolíes del principado de asturias y la an entrado en estas montañas y Reynos de león siendo como es partido de Castilla la bieja y que la dicha sal la traian a porte por quenta del administrador de la sal de dicho principado…”.

 

La caza de brujas había empezado y alguien debía de responder.

 

El Juez y los alguaciles remontaron el río Porma desde Boñar hasta llegar a Isoba y Cofiñal, donde los vecinos, dieron cuenta de unos recueros que iban en dirección a Maraña. Al final del día, cerca de 30 monturas bien colmadas de sal, junto con sus jinetes, fueron detenidos y llevados a Boñar desde Maraña. En total, fueron decomisadas unas 6 toneladas de sal provenientes de Gijón, cuyo destino era la Merindad de Valdeburón. Esto se hizo para evitar los alfolíes de Puebla de Lillo, Boñar y Pedrosa del Rey.

 

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Peña San Justo (Cofiñal) con Asturias al fondo a través de los puertos de San Isidro, Wamba, el Borugo y Pinzón. Fuente: cabanapatagonicas.es

 

El interrogatorio demostró que buena parte de estos recueros eran analfabetos y desconocían su situación legal. Lo cual hizo suponer que estaban trabajando bajo presiones. Los recueros fueron encarcelados en Boñar y la sal decomisada. Todo este pleito se complicó en los días posteriores cuando los merinos de Valdeburón interpelaron por su mercancía. Finalmente, el juez real decretó que la sal fuese decomisada y alfolinada para la Corona, los recaudadores de Asturias juzgados y los merinos apartados del caso.

 

Este pleito fue una de las causas que llevaron a que, 36 años después y mediante una Real Provisión del rey Carlos II fechada el 11 de septiembre de 1685 en Madrid, el Reino de León y sus concejos consiguieron por fin el libre aprovisionamiento de sal, quedando liberalizado el comercio de sal entre León y Asturias.

 

Así que, la próxima vez que caminéis por las rutas del municipio, celebréis “las Machorras”, asistáis al Concurso de Ganado de Montaña o a las Jornadas Gastronómicas de la Matanza de Puebla de Lillo, recordad a estos pastores y de cómo la sal movía montañas.

 

El texto íntegro donde se encuentra dicho pleito está disponible en: https://www.vaquerosalzadatorrestio.com/wp-content/uploads/2020/11/PleitoSal-RIDEA.pdf

 

Fuente: Diario de Valderrueda - Montaña Cultural

Fotografía: Montaña Cultural

 

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