Vegamediana: el motor en ruinas que movió con carbón la Montaña Oriental Leonesa
Vegamediana: el motor en ruinas que movió con carbón la Montaña Oriental Leonesa.
El complejo industrial minero se fundó en 1892 y es recordado por la dureza de sus condiciones. Llegó a ser casi un pueblo, aunque no fue reconocido así por no tener Iglesia.
El complejo industrial de Vegamediana, situado entre Cistierna y Sabero, puede parecer hoy en día solo ruinas, pero hubo un tiempo en el que pasaron por él miles de toneladas de carbón, el motor que impulsó la economía de toda la Montaña Oriental Leonesa. Sin embargo, casi tres décadas de abandono lo han convertido en un esqueleto más de la fallecida minería en la Provincia de León.
Las primeras explotaciones de carbón en el Valle de Sabero arrancaron en 1830. Pero el proyecto para levantar Vegamediana no llegaría hasta 1899, cuando la recién fundada Hulleras de Sabero y Anexas S.A, que se convertiría en una de las compañías más potente del sector minero, se hizo cargo de las concesiones de su predecesora, Minas de Sabero, y de la Ferrería de San Blas.
En dicha fecha, la empresa decidió crear un gigantesco complejo industrial en las zonas de Vegamediana y Vegabaño, encajonado entre el río Esla, que lo abastecía de agua, y la montaña. Aunque en aquel momento parecía el lugar perfecto para establecer como principal actividad el lavadero de carbón, su ubicación será recordada para siempre por las difíciles condiciones climatológicas con las que convivieron los mineros y, después, sus familias.
Vegamediana contaba con el lavadero, en el que se clasificaba el carbón y lavaba; tres baterías para la obtención del cok o coque, con un total de 48 hornos; y la fábrica de briquetas. Además, estaba comunicado con Cistierna por ferrocarril a través de una vía de 3.177 metros de longitud para llevar el carbón hasta el 'Tren hullero'. Este enlazaba con el ferrocarril de La Robla, desde dónde se enviaba hasta los altos hornos vizcaínos.
El taller de clasificación de carbones y el lavadero tenían una capacidad de tratamiento de 100.000 toneladas anuales, bombeando para ello las aguas del río Esla. Constituía un sistema muy complejo en el que se separaba el carbón del estéril, y se clasificaba por tamaño del grano, en finos, menudos, grancillas, granzas, galletas... Además, no se desperdiciaba nada: el agua sucia viajaba por canales hasta Vegabarrio, donde caía en balsas que se dejaban secar y de las que se recogía el slam, el polvo del carbón arrastrado. Con él se elaboraban briquetas y ovoides.
Junto a las instalaciones industriales se edificaron talleres y depósitos para las locomotoras, viviendas para los trabajadores y su familia, así como un gran número de construcciones auxiliares. Sus restos son el vivo reflejo del aspecto de pequeña ciudad que alcanzó, albergando más de un centenar de habitantes que disponían de todo lo necesario: escuela, economato, médico, cantina, viviendas... Pero, a pesar de ser en la práctica un pueblo, no fue considerado nunca así por no disponer de Iglesia.
Tal era el movimiento del complejo, que a principios del siglo XX lo calificaron como "el negocio carbonero más grande que se conocía en el Norte de España". Eso sí, a pesar de su fama, las condiciones de vida y de trabajo en Vegamediana eran muy duras.
En invierno apenas recibía los rayos del sol y las heladas eran una constante, la nieve se conservaba como en una nevera y, habitualmente, prendían fuego en bidones para que no se congelaran las instalaciones. "Allí se quita el sol en noviembre y no se vuelve a ver hasta febrero, era helada sobre helada", recoge un testimonio de la memoria oral del Museo de la Siderurgia y la Minería de Sabero.
En cuanto al trabajo, los mineros hablan de la fábrica de briquetas como el 'domadero'. En ella, al trabajar con brea ardiendo sufrían severas quemaduras en la piel, especialmente de la cara, y daños en los ojos. Para intentar evitarlo, se pintaban la cara con barro.
Finalmente, a punto de cumplir los 100 años desde su construcción, a finales de 1991 los accionistas toman la decisión de cerrar la última explotación de la Hullera de Sabero. Por su parte, el complejo industrial cesó su actividad definitivamente hace 29 años, en 1994. Desde entonces, solo quedan las ruinas, fantasmas de la frenética actividad y el desarrollo que alcanzó la Montaña Oriental Leonesa con la minería.
Fuente: Diario de Valderrueda
Fotografía: Archivo - Vegamediana
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