Diario de Valderrueda
Resaca sentimental
martes, 19 de marzo de 2024, 07:33
OPINIÓN - MONTAÑA LEONESA

Resaca sentimental

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Resaca sentimental.

"Mientras reíamos, disfrutábamos y conocíamos el Riaño de ahora, mi corazón se encogía pensando en todas esas personas que perdieron sus casas y su valle"...Por Marina Díez.


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Tengo resaca sentimental. Ayer pasé el día con mi hija y unos amigos por el valle de Riaño. Muchas emociones, quizá demasiadas, algunas de ellas incluso contradictorias.


Daba gusto pasear por los caminos marcados, las sendas con sus señales en madera que ayudaban a no desubicarse. Elegimos, cómo no, la ruta de “La vieja del monte”. María casi no durmió la noche anterior, como buena leonesa sabe bien quién es la Vieja. “Mamá, ¿y podremos comer con ella?”. La verdad es que bien surtidos íbamos, que más que de ruta parecía un fin de semana en la guerra (entre la cesta de picnic con la comida, las mantas, la ropa de cambio y los “porsis” de toda madre leonesa…)


El acceso al valle impresiona con esa gran mole de cemento y su chorro de agua a presión. Más de 100 metros de profundidad tiene el pantano, se leía en uno de los carteles, que son datos que no me invento. Abandonamos el coche después del segundo túnel para poder ver la presa desde arriba. La mano del hombre en plena naturaleza, un paraje que distorsiona la realidad natural pero que intensifica, y no entiendo muy bien el cómo, la belleza de la montaña.


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Como campaña turística se hacen llamar los “Fiordos leoneses”, pero la historia del valle está ahí, bajo sus aguas, latiendo; incluso se respira en las montañas, grandiosas a simple vista pero que, en su día, fueron colosales.

La perspectiva y la compañía ayudaban a disfrutar del mágico paraje, el bosque, las vacas paseando a sus anchas, los senderistas que nos cruzábamos y bajo los que las mascarillas dibujaban sonrisas ante las miradas de ilusión de los más pequeños.


Después de bordear el pantano, por fin, María divisó el último cartel con flecha, estábamos ya en la casa de la Vieja. “¡La de belenes que tiene la Vieja mamá!” “¡Pero si tiene un buzón de cartas, yo quiero escribirla algo!”. Menos mal, que una es escritora de vocación y siempre lleva papel y lápiz allá por donde pasa. “La cama de escobas debe ser incómoda mamá” “Y mira mamá, qué lista es la Vieja que usa botes de cristal para colgar las velas como si fueran lámparas”. Ella, que es inmensamente más detallista que quien os escribe, enrolló su carta y metió en el centro una flor para la Vieja. Podríais pensar que pidió algo para las próximas navidades, pero no, en las pequeñas hojas que dejamos en el buzón se puede leer “Querida Vieja del monte, gracias por el kiosko, me gustó mucho” y “Gracias por cuidar del monte y de nosotras”.


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El hambre apretaba, una vez nos alejamos de la cueva descubrimos un mirador precioso con un banco que tiene unas vistas imponentes del pantano; ahí decidimos levantar campamento al cobijo de las sombras del bosque. Mantita al suelo, y todos a los bocadillos, la tortilla y los filetes empanados. Sí, tenemos buen saque.

Después de la comilona y de echarnos un ratito a descansar a la sombra volvimos al coche para dejar todos los bártulos. Regresamos a la orilla del pantano a jugar al tres en ralla y los chinos mientras regalábamos tiempo al reloj para que marcara las tan deseadas siete de la tarde, pues teníamos reserva para el barco turístico. ¡No solo pudimos disfrutar de la vista desde las entrañas del pantano, sino que conseguimos divisar unos rebecos saltando por las cumbres!


Mientras reíamos, disfrutábamos y conocíamos el Riaño de ahora, mi corazón se encogía pensando en todas esas personas que perdieron sus casas y su valle. Unas ganas enormes de volver por el Curueño invadieron mi alma que se torno gris por instantes. Aunque las pastas que nos regalaron al salir del barco hicieron que la guinda del viaje fuera bonita.


La gente sigue luchando por su valle y por poder seguir viviendo en él pese a todo. Y ese afán de lucha y el ejemplo que nos dan de fomento de turismo y de no perder su historia y sus costumbres, esas que les enterraron bajo el agua, son dignas de admiración.


Y aquí estoy ahora con una resaca sentimental importante. Me viene a la mente el “lucha por la montaña”. Continuemos pues con la lucha. 


Fuente: Marina Díez Fernández

Fotografía: Marina Díez Fernández


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