Diario de Valderrueda
‘Montaña Cultural’, el nuevo espacio turístico para dar visibilidad al patrimonio cultural de Puebla de Lillo
domingo, 28 de abril de 2024, 18:38
PATRIMONIO - INICIATIVAS

‘Montaña Cultural’, el nuevo espacio turístico para dar visibilidad al patrimonio cultural de Puebla de Lillo

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‘Montaña Cultural’, el nuevo espacio turístico para dar visibilidad al patrimonio cultural del municipio de Puebla de Lillo.

Desde el Consistorio y a través de su oficina de turismo se busca poner en valor la riqueza histórica del municipio del Alto Porma. En su primera entrega, con la Iglesia de Cofiñal.

 

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Con este artículo abrimos una ventana al municipio de Puebla de Lillo. Una ventana cultural.

 

Desde el Consistorio y a través de su oficina de turismo se pretende crear una sección denominada ‘Montaña Cultural’ un espacio virtual dedicado a la promoción del patrimonio histórico-artístico del municipio del Alto Porma en clave turística.

 

‘Montaña Cultural’ busca dar luz al rico patrimonio histórico-artístico de los pueblos del municipio que sirva para dos cosas; una, que los propios vecinos conozcan mejor y valoren lo que ven a diario y dos, que este mini proyecto periodístico sirva para fomentar las visitas culturales y que generen riqueza en el entorno, pues según datos estadísticos se estima que el gasto medio del turista cultural sea de 148€ por persona (expansión.com, El turismo extranjero en España aumentó un 41,2% en el primer trimestre. [Internet].4 MAY. 2023).

 

De este modo, ‘Montaña Cultural’ se estrena con su primer artículo sobre uno de los monumentos más representativos del catálogo monumental del municipio:

 

La Iglesia Parroquial de Cofiñal. Investigación en curso.

 

Desde la Alta Edad Media, el territorio que actualmente conforma la provincia de León se articuló mediante dos ciudades (León y Astorga), varias villas principales y un elevado número de pequeñas poblaciones en las que la vida diaria giraba en torno a la parroquia. Durante siglos, esas pequeñas iglesias rurales han venido funcionando como eje vertebrador de la sociedad local pues, en el templo o sus inmediaciones, tenían lugar los principales actos comunitarios: fiestas, procesiones, reuniones de concejo, bautizos, bodas o funerales. Además, el son de las campanas marcaba el devenir cotidiano o servía para comunicar a los pobladores buenas nuevas, un peligro inminente, la llamada a la oración o el momento de acudir a una reunión concejil. 

 

Aunque por lo general ha sido muy común minusvalorar los edificios religiosos de tipo popular que no fuesen de estilo románico por no ser visualmente tan espectaculares como monasterios, catedrales o grandes santuarios, iglesias como la de Cofiñal configuran el paisaje urbano de los pueblos, destacándose por encima del resto de los inmuebles y se convierten, habitualmente, en el único elemento diferenciador que poseen. 

 

Aunque son incontables las pequeñas iglesias que hay repartidas por toda la geografía provincial, la de Cofiñal deja una profunda huella en la mente de quien visita la localidad por primera vez debido, en primer lugar, a su propia ubicación, pues está encaramada en lo alto de la peña los Serrones en mitad del casco urbano, dotando al templo de una gran belleza y espectacularidad. Dicha situación provoca que la iglesia sea visible desde la lejanía. Otro de sus valores es que se trata de un edificio bien proporcionado, construido con piedra local que le permite mimetizarse con su entorno y en el que destaca sobre el resto de la estructura la esbelta espadaña, en la que se alojan las campanas. Todo ello provoca que estemos ante una obra arquitectónica única y especial que sobrevivió a los pavorosos incendios que arrasaron tres cuartas partes del pueblo el 2 de junio de 1852 y el 26 de junio de 1853.

 

Históricamente, Cofiñal dependió desde tiempos pretéritos al todopoderoso cenobio benedictino de Sahagún, cuyos monjes aprovechaban sus pastos y puertos para apacentar a los rebaños del monasterio durante el verano. No sería hasta el reinado de Felipe II cuando los ‘cofiñalejos’ comenzaron a intentar independizarse del señorío eclesiástico al que estaban sometidos, hecho que por fin lograron en pleno siglo XVIII, concretamente en tiempos de Felipe V, pero siendo ratificadas sus ordenanzas en Madrid durante el reinado de Fernando VI. Fue a partir de ese momento cuando se inició un período de esplendor de la localidad, por fin convertida en villa, y cuando se fueron invirtiendo numerosos caudales en engrandecer y construir un nuevo templo sobre el preexistente, de origen medieval.

 

Gracias a los libros de fábrica, conservados en la actualidad en el Archivo Histórico Diocesano de León, hemos podido reconstruir en parte la evolución arquitectónica del templo. Por desgracia, en cuanto a los artífices de la construcción de la iglesia, remodelaciones, autoría del retablo mayor etc., las fuentes documentales existentes guardan un hermético silencio.

 

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Más allá de los habituales retejos, enlucidos y reparos cotidianos, sabemos que buena parte de la iglesia debió erigirse con anterioridad a 1719, fecha en la que ya estaba asentado y dorado un retablo mayor hoy desaparecido. En 1721, se intervino en la única capilla anexa existente en el templo, dedicada a Nuestra Señora del Pilar y en la que trabajó un cantero llamado Germán Recio.

 

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Justo un año después, aparece la primera mención al campanario, pero no al que actualmente podemos ver, sino a uno previo al cual se subió la “campana grande”. En 1742 se erigió la actual sacristía, espacio que sufrió el derrumbe de uno de sus muros en enero de 2019 debido al mal estado en el que se encuentra la iglesia, especialmente la zona de la bóveda sobre el coro y parte baja de la espadaña. Las obras e inversiones en la iglesia no cesaron a lo largo de buena parte del siglo XVIII, pues, tan solo tres años después de culminar la sacristía, se invertían 140 reales en la confección de un nuevo coro de madera y se terminaba de abonar el nuevo retablo mayor, el que actualmente preside el altar mayor de la iglesia y que es de estilo barroco.

 

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Ya en 1759 se construyó el amplio pórtico de piedra y madera que vemos hoy, cubierto en su parte central mediante una cupulilla de media naranja, por un total de 2.162 reales de vellón. Además, se decidió levantar una espadaña más alta y elegante (la que actualmente se conserva), derribando la antigua. Para ello, fue necesario proceder a la rotura de la bóveda situada sobre el coro, pues era la única forma de asentar sobre seguro la espadaña y unir correctamente ambos elementos. En total se invirtieron en la nueva torre y la citada bóveda la elevada cantidad de 2.400 reales. Esta espadaña sufrió aún una última modificación en 1947, fecha en la que se situó sobre su cúspide la imagen del Sagrado Corazón que hoy podemos ver. Sin embargo, lo que en un tiempo se diseñó y construyó para ser eterno actualmente adolece de múltiples patologías y unas cada vez mayores grietas que poco a poco socavan la integridad y seguridad estructural del templo. 

 

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Todo esto ha ido conformando un edificio singular que da sensación de ser más grande de lo que parece dada su ubicación, ya que en realidad se trata de una iglesia de tamaño modesto, nave única alargada con cabecera cuadrangular. 

 

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El templo está totalmente cubierto mediante bóvedas de medio cañón sobre fajones que, en el caso del presbiterio, marcan un ligero apuntamiento, denotando una posible mayor antigüedad. La espadaña, muy alta y bien proporcionada, es uno de los elementos más característicos e interesantes del edificio. Sus volutas de estilo jónico a los laterales del cuerpo de la espadaña se repiten también como elementos decorativos en la espadaña de la cercana Ermita de la Virgen de las Nieves en Puebla de Lillo. La espadaña de Cofiñal fue construida en buena piedra de cantería donde se alojan dos campanas, una de ellas fundida a costa de tres vecinos del pueblo en 1903. Otros elementos destacables del exterior son su sencilla portada moldurada y el gran pórtico de acceso, único en su género en todo el valle de las Cabeceras del Porma. Al interior, la nave cuenta en su tercer tramo con dos pequeños lucillos de medio punto y una pequeña capilla abierta en el lado de la Epístola dedicada al Pilar donde se ubica un excelente altar de piedra tallada y un exquisito retablo de estilo rococó. Por último, queremos apuntar que el retablo mayor, fechado en 1745, presenta las características propias de un estilo barroco pleno, destacando su calidad de talla y composición y un curioso relieve policromado con una escena de la vida de San Adriano.

 

Con todo esto y a la espera de poder seguir investigando sobre el templo montañés, los colegas de profesión Alberto Diez Valbuena (técnico de turismo del municipio de Puebla de Lillo) y Abel Lobato Fernandez ambos Historiadores del Arte y Técnicos superiores en turismo reflejan aquí el fruto de su trabajo.

 

Fuente: Diario de Valderrueda

Fotografía: Iglesia de Cofiñal

 

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