Ecos del pasado termal y curativo de las aguas de Boñar en su Hotel Balneario

Ecos del pasado termal y curativo de las aguas de Boñar en su Hotel Balneario.

El edificio fue construido por el célebre arquitecto Ricardo Velázquez y, aunque ha tenido varias utilidades, en su mejor época acogió a la élite social, que encontraba en sus manantiales el descanso y la cura.

La historia de Boñar ha estado marcada por el curso y el manar de sus aguas probablemente desde la época romana, como atestigua la conocida 'piedra fundacional', situada en sus antiguas caldas. 

En época moderna, ya a finales del siglo XIX y principios del XX, la calidad y las propiedades curativas de esas aguas comenzó a atraer gente y terminó siendo el germen de la construcción de su gran Hotel Balneario, que hoy sobrevive tristemente abandonado. 

Su origen se sitúa a comienzos del siglo pasado, en 1905 las familias Suárez y Arroyo se hicieron con la propiedad de los manantiales y comenzaron a explotarlos como balneario. La importancia que se preveía que iba a alcanzar llevó al alcalde de aquel entonces a arreglar la calle de la estación de tren, para que sus visitantes tuvieran un buen acceso. 

Esos dos fecundos manantiales nacen de la Peña de la Salona, separados por apenas 60 metros, y según documentos de la época, contaban con caudales de 60 y 14 litros por segundo. Sus aguas, analizadas en numerosas ocasiones, se caracterizaban por contar con una composición química excelsa y una temperatura de entre 26 y 28 grados. 

"Aguas bicarbonatado-sódico-cálcicas-nitrogenadas, por su composición cuantitativa, oligometálicas, y termales por su temperatura", describe una memoria de 1927. Desprendían gas nitrógeno, lo que simulaba el efecto del agua en ebullición, y por ello, se creó una sala con una pequeña piscina rodeada de una barandilla, que hoy en día se conserva en buen estado, donde los visitantes acudían a tomar vahos y que recibía el nombre de 'Hervidero'. E incluso se les atribuía propiedades radiactivas por su yacimiento en cuarcitas silurianas. 

La explotación de las caldas iba muy bien, como atestigua la publicidad en la prensa, y se aprovechó entonces para levantar el Hotel, que acogería a numerosos enfermos y, otros no tanto, llegados hasta Boñar por el poder curativo de sus aguas. Gentes de clase pudiente, eso sí, que encontraban en la climatología y el entorno boñarense el lugar perfecto para el descanso. 

El arquitecto encargado del Hotel, que ahora lucha por salvar el paso del tiempo, fue Ricardo Velázquez Bosco, conocido por ser el creador del Palacio de Cristal del Parque del Retiro en Madrid, y que participó, entre otros trabajos, en la restauración de la Catedral de León y la Mezquita de Córdoba. Quizás fue su gusto por el vidrio el motivo por el que el Balneario del Alto Porma destaca por su cristalería, ya que cuenta con una airosa galería acristalada.

Sus puertas se abrieron en 1912, contaba con tres pisos, habitaciones amplias de una o dos camas, comedores, salón de recreo, escritorio y cuartos de baño en todos los pisos. Desde un primer momento, las instalaciones contaron con agua corriente y, sorprendentemente, también con luz, puesto que se abastecía de la cercana fábrica junto al Puente Viejo. 

Lo vendían como un sanatorio "ideal para convalecientes, debilitados y tuberculosos incipientes". Además, se realizaban limpiezas y desinfecciones con formol en las habitaciones y existía un espacio reservado para enfermos graves, por el miedo a contagios y a la mala imagen que dieran a otros visitantes. De hecho, se llegó a establecer el derecho de admisión, no se permitía el uso de las aguas ni la permanencia en el hotel de "enfermos de pecho" con dolencias avanzadas.  

Enfrente del Hotel, al otro lado de la carretera, se encontraba y se encuentra, en la actualidad en buen estado de conservación, el edificio que acogía la sección hidroterápica, que disponía de duchas, baños, chorros, pulverizaciones y las célebres salas de inhalaciones, que proporcionaba el manantial más prolífico. La estancia costaba entre 2 y 5 pesetas, la "pensión de comedor" entre 10 y 11 pesetas y, ojo al dato, existía primera y segunda clase para la utilización de la hidroterapia. Un baño variaba, dependiendo de la categoría, entre las 2,5 o las 1,5 pesetas, y cada servicio añadido suponía un coste.

Según la memoria de 1927 mencionada anteriormente, las propiedades curativas de las aguas de Boñar se podían aplicar a "enfermedades del aparato respiratorio, reumatismo muscular, articular, infartos del hígado, cistitis, catarros gástricos e intestinales, retardo de la nutrición y dermatosis asociada a él". 

Como Hotel Balenario tuvo una vida corta, alrededor de 25 años. Después, en 1933, los Presupuestos del Estado recogieron la construcción de un Sanatorio Antituberculoso en León. La temida enfermedad, muy mortal, llevó a la creación de infraestructuras de este tipo por toda España y terminó convirtiendo este emblemático edificio en una morgue de tuberculosos.

Con la llegada de la Guerra Civil se convirtió en Puesto de Mando y de clasificación de heridos de las tropas nacionales. Y, finalmente pasó a ser propiedad de la orden de los Agustinos, utilizándose en los años 60 como Seminario menor, el Colegio Nuestra Señora de la Consolación.  

Lo último que se supo de él fue en la década de los 80 y 90 del siglo pasado, cuando se pintó de rosa y se reconvirtió en el Centro Europeo de Naturaleza Pardomino, donde se realizaron durante unos años actividades de ocio y medio ambiente para los jóvenes, con campamentos. Al cerrar este sus puertas, uno de los establecimientos más conocidos y punteros de León comenzó su negro declive que apunta ya tres décadas sin actividad.  

Según Lorenzo Calvo Población, maestro y creador del blog 'Boñar, el espíritu de las aguas', tras estudiar las condiciones de los manantiales todo parece indicar que el paso de los años ha podido suponer la pérdida de algunas de sus propiedades, "tanto la temperatura como el gas han disminuido, las referencias que dan en los estudios hablan de hasta 28 grados, en la actualidad por más que he medido en cuatro de las posibles captaciones, en el mejor de los casos, dentro del edificio mejor conservado situado enfrente del Hotel, he llegado a 23 grados y medio, y en el resto como mucho 21 y medio".

Además, en el espacio conocido entonces como el hervidero, con su pequeña piscina en la que tomaban los vahos, el agua burbujea pero de manera muy discreta con respecto a lo que se describía en aquella época. Aun así, su fama no se ha perdido y todavía son muchas las gentes de Boñar y de fuera que acuden a recoger agua a las caldas, así como a otra fuente cercana, de la que mana un agua completamente distinta, fría y de tipo ferruginoso pero muy saludable. 

Lorenzo Calvo recuerda también que, a pesar del abandono que sufre el antiguo balneario, los agustinos, propietarios de ambos edificios, hicieron hace un par de años la reforma del tejado y la instalación de una valla circundante, "esperamos que se siga manteniendo en pie, aunque el futuro como Hotel Balneario creo que es ninguno por la inversión que supondría, pero el edificio de enfrente sí está muy bien conservado y tiene una especie de mantenimiento constante por lo que con una inversión mínima se podría reutilizar, como albergue, casa rural...", detalla. 

Ahora, entre sus paredes ya solo se escuchan ecos del suntuoso pasado que convirtió a la localidad del Alto Porma en referente por las propiedades termales y curativas de unas aguas que, contra todo pronóstico, siguen manando para dar a Boñar el título de ser el lugar donde más corre el agua.

Fuente: Diario de Valderrueda; Lorenzo Calvo Población

Fotografía: Lorenzo Calvo Población; Ayuntamiento de Boñar; Eduardo Fandiño