"Tiempo en casa, época de libros"

"Tiempo en casa, época de libros".

"Podría hablaros hoy de todos esos eventos culturales que se han aplazado o cancelado a causa de la pandemia y de la decisión de nuestros líderes..." Por Marina Díez Fernández.

Podría hablaros hoy de todos esos eventos culturales que se han aplazado o cancelado a causa de la pandemia y de la decisión de nuestros líderes. Os recordaría entonces cómo hace casi un año, mientras todos estábamos en nuestras casas, el arte inundó las redes sociales para hacernos más llevadero el encierro, calmando un poco ese malestar mental.

Fue entonces, cuando los problemas culturales se hicieron visibles ante el desconocimiento social y altruistamente muchos nos regalaron igualmente su arte. No soy una experta, pero con todas las restricciones que vivió, está viviendo y vivirá este sector sigo sin comprender demasiado la manera de actuar de la mayoría, en la que me incluyo. Los museos, bibliotecas, teatros, han cumplido todas las medias que se han impuesto para preservar nuestra seguridad, y, aún así, es lo primero que se vuelve a cerrar cuando las cifras de contagios suben. ¿Tendrán miedo de que la cultura contagie? No quiero ser demagoga, ni pretendo con esto que escribo criticar a nadie. Son ideas que duelen al alma lanzadas al aire. Pensemos cada cual nuestra opinión al respecto.

Si hemos de renunciar de nuevo al arte en vivo, preparémonos para poder seguir cultivando nuestra cabecita. Quizá, ahora que no se puede viajar, de nuevo, podamos ver en los libros esa guía de escape hacía desconocidos lugares. Por eso, esta vez no os traigo de la mano a autores como Carlos Balacera, que tiene en preventa su nuevo disco (con Marciano Sonoro), o a Raúl González y su primer poemario, o a Aitor Bergara y su “Pacto de sangre”, que tiempo tendré en estas semanas de compartir con vosotros sus visiones.

En esta tarde de sábado, a la vera de la cocina de leña, en Sopeña, resguardándonos del frío y la lluvia, lo que me nace es compartir con vosotros, mañana, en este espacio cultural que me brinda el Diario de Valderueda, libros que me han marcado en los últimos meses, con los que he viajado, me he reído, llorado, inspirado… Más que nada, por si vosotros también los necesitáis.

Comienzo el viaje en Rumanía, de la mano de Tatiana Tîbuleac, una escritora blasfema en su país, donde hablar mal de una madre es impensable. Ella, autora de “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes”, lo borda; se carga a golpe de tinta todos los tabúes haciendo que el protagonista de la historia odie a su madre. Con personajes humanos, reales, sin florituras; la novela recorre todos los estados emocionales. Como poeta, además, no puedo dejar de fijarme en su lírica escondida entre oraciones, "El campo de girasoles había perdido los pétalos y ahora parecía un rostro destrozado por el acné", donde la metáfora campa a sus anchas. Su dominio del lenguaje es digno de admiración y los giros y golpes que os encontraréis hace que este relato donde la escritora juega al dulce desconcierto con nosotros y aunque os esforcéis en pensarlo ni tan siquiera os imagináis a dónde nos va a llevar, sea mi primera propuesta de lectura para vosotros.

Si os gustan los libros con lenguaje políticamente correcto, este libro que os nombro a continuación no es para vosotros. «Hondo y ligero a la vez, una voz tan perversa como candorosa. Una prosa única. Inolvidable.» eso decía ELVIRA LINDO sobre “Voz de vieja”. Esta vez, el viaje que os propongo es al pasado, a la Sevilla de un año después de la Expo del 92. Mi sorpresa fue cuando al buscar información sobre la autora del libro descubrí que ¡fue su primera novela publicada! Es la historia de Marina, una niña de nueve años que navega por el largo verano sevillano y por sus propias incertidumbres, con una capacidad de expresión y de análisis que ya quisieran algunos adultos. En el colegio la llaman Vozdevieja. Es un libro con niños como protagonistas, pero no para niños, en él os encontraréis que hay enfermedad, hay deseo, hay una extrañeza y una desazón que no resultan nada infantiles.

Puede que por mis últimas series vistas en Netflix o por la recomendación de Azucena Nieto, pero cada vez me siento más atraída por la cultura mejicana y su arte;lLo que me llevó en agosto a leer en el corral, entre siesta y siesta, “Salvar el fuego” una obra ambiciosa, tanto en la forma como en el fondo. Marina, una mujer casada, con tres hijos y una vida familiar resuelta, coreógrafa de cierto prestigio, se ve involucrada en un amorío improbable con un hombre impensable. “Salvar el fuego” retrata dos Méxicos completamente escondidos uno del otro, donde Marina, que pertenece a la clase social más alta, se vincula con un hombre al extremo de la sociedad. Esta es una novela que retrata las contradicciones de un país y las contradicciones más hondas de la naturaleza humana. Es una novela de amor y es una ficción-real que al final termina por brindar esperanza.

Os prometo que no os recomiendo estas dos últimas obras solo porque las protagonistas, en ambas, lleven mi nombre. Son novelas que atrapan, con una calidad literaria indiscutible y con lenguaje muy diferente a lo que nos solemos encontrar los lectores en un libro. Como editora serían obras que publicaría a ojos cerrados y como lectora los devoré.

Estos libros en cuanto a novedades literarias que han caído en mis manos y que atesoro en mis estanterías como joyas recién descubiertas, pero el estar en Sopeña, me da acceso también a libros que llevan en la familia mucho tiempo y que estoy redescubriendo, como “La mala hierba” de Pío Baroja, “La divina comedia” de Dante y ¡Quevedo! Me he enamorado de la poesía de Quevedo.

Estas son unas pequeñas recomendaciones seleccionadas de todo lo que he podido leer (demasiados libros y poco espacio, luego dicen que el saber no ocupa lugar ¡vaya que si lo ocupa!). Obviamente también os recomendaría los libros que estamos publicando con Mariposa Ediciones, que para eso los selecciono con todo el mimo del mundo.

Si vosotros también viajáis a través de los libros y os apetece recomendarnos alguno ¡por favor! no dudéis en comentarlo en el artículo.

Fuente: Marina Díez Fernández